XXXV (Final)

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—¡Zayn! —Harry gritó. Cubría su nariz con la totalidad de su mano para evitar ser seducido por el aroma de la sangre, esperando que se detuviera.


Pero Louis no paraba de toser. Sus pulmones parecían perder todo el aire que albergaban, para luego inhalar con fiereza nuevamente.

Cada articulación del cuerpo de Harry se puso rígida ante el frío que lo invadió de repente. Estaba mirando a Louis sangrar desde una distancia considerable, mientras podía sentir el latido de sus pupilas ampliándose con cada segundo que pasaba, lo cual era la razón de no poderse acercar.

—H-Harry, yo...

Harry salió de su inmovilizado estado para correr por ayuda. Sus piernas se sentían ajenas a su cuerpo y recorrió el lugar sin siquiera notarlo, buscando a alguien con un poco más de autocontrol para ayudarlo. El hecho de que Zayn no contara con su olfato hacía que fuera su primera opción, y probablemente la única. A pesar de que confiaría en Liam también, no quería que la situación se convirtiera en un revuelo. Ningún vampiro en su sano juicio pelearía contra otro que haya encontrado una presa fácil, como representaba Louis en aquel momento.

Hallar a Zayn no fue una tarea fácil. Revisó cada habitación, su nerviosismo aumentaba a medida que no obtenía lo que estaba buscando, pero la puerta hacia la azotea estaba abierta y tuvo que cerrar los ojos para salir. Era aún de día, ni siquiera comenzaba a oscurecer. La luz del sol le quemó la piel al mínimo contacto, aunque no le dio importancia.

—¡Zayn! —exclamó, eufórico—. Ven adentro, Louis... no sé qué sucede con él.

Las cenizas del cigarrillo que Zayn sostenía cayeron al suelo y Harry podría jurar que sucedió en cámara lenta. El vampiro más joven se volteó hacia él, rehuyendo de su mirada. Su piel tatuada casi parecía destellar. Abrió la boca para decir algo, pero Harry lo interrumpió.

—Sangra. No puedo acercarme lo suficiente, no confío en mí mismo para hacerlo.

Asintió por encima de su hombro, pues ya había alcanzado al jefe y se dirigió a la puerta. Con los labios apresados entre los dientes, Harry lo siguió.

Louis seguía en la misma posición en la que había sido dejado minutos atrás. Su cuerpo temblaba y se agitaba al toser, luego se quedaba estático antes de volver a hacerlo.

—Louis —Zayn se acercó y Harry contuvo su necesidad de gruñir—. Tranquilo, respira. Iremos al hospital, ¿de acuerdo? —Volteó—. Jefe, necesitamos una ambulancia.

Las delgadas manos repletas de dibujos tatuados acunaron el rostro del humano para exigirle mantenerlo en alto. No le importó la sangre, pero la limpió de su barbilla con sus dedos.

Los iris azulados bailaron en el espacio en blanco que se hizo más pequeño a medida que sus párpados se cerraron y los apagaron, como se apagan eventualmente todas las cosas más brillantes.

Harry olvidó la sangre cuando observó la expresión en el rostro de Zayn y la cabeza de Louis cayendo sin fuerza sobre su hombro.

—Está bien, pero se desmayó —le tranquilizó—. ¿Vienen en camino?

—Eso creo, aunque deberíamos llevarlo al hospital por nuestra cuenta, porque hay demoras y podríamos conseguir la mejor atención si pagamos lo suficiente...

Las palabras trastabillaban unas con otras. En su larga estancia en la vida, Zayn jamás había tenido la oportunidad de escuchar al jefe en esas condiciones, y esperaba que fuera la única. La vulnerabilidad es un estado en el que un líder como él jamás debería mostrarse, pero se trataba de Louis. Algunos dirían que era una especie de talón de Aquiles. Zayn sabía que era la más inconsciente manifestación de su amor.

Vitalidad » lsWhere stories live. Discover now