XXVIII

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Despertar luego de haber tenido un sueño tan bonito y desconcertante era lo más difícil, pese a lo frecuente que se había vuelto. Un sueño lleno de matices cálidos enredándose en su cabello y haciéndole cosquillas alrededor del cuello. Dejándose disfrutar el aire que lo golpeaba con fuerza en el rostro y le hacía sentir más vivo que nunca. El sabor de una fruta que creía jamás haber probado. El tacto que creía distinguir pero no podía ver, aunque lo reconoció por la temperatura tan peculiar.

Abrió los ojos de golpe. La luna ya no estaba, en su lugar, el sol rompía la barrera de las cortinas finas de un hogar desconocido y no hacía más que dañar sus ojos. La garganta seca y el dolor de cabeza eran indicios de que iba a tener una resaca memorable, pero aun así necesitaba un cigarrillo. Buscó a tientas, con los ojos entrecerrados y las pestañas mojadas nublando su vista, los pantalones que usó la noche anterior. Estaban en algún lugar del suelo olvidados, pero el atado de cigarrillos permaneció allí toda la noche, para su suerte.

Era un lindo día. El balcón del departamento de Jack tenía una envidiable entrada de sol, sin mencionar la amplitud en la que cabían un juego de mesa y sillas de jardín para sentarse. Louis se recostó en una de las sillas, el hierro estaba caliente por el sol y quemó la piel de su espalda de una manera agradable. Estaba seguro de tener algún compromiso ese mismo día, y si no, se lo tendría que inventar. Esperaba que Jack no hiciera las cosas incómodas ahora que se habían acostado.

El humo entró por su garganta y lo respiró profundamente. La primera cosa que sus papilas gustativas percibían en la mañana era la nicotina amarga y la sensación era contradictoria. Le gustaba la forma en que un cigarrillo parecía sedar todo su cuerpo por algunos minutos, pero también era algo que jamás en la vida había necesitado. No había demasiados fumadores en Woodville, de hecho, más allá de los típicos adolescentes en rebelión contra sus padres y los cuarentones que ya acarreaban con el hábito antes de mudarse allí. El aire era tan puro en su pueblo... El bosque frondoso era un pulmón limpio que le permitía respirar hondo y sentir el agradable olor de las hojas y las cortezas. El mar se olía distinto en invierno que en verano, aunque era ameno en ambas épocas del año. En primavera, el sol era tibio y en los árboles florecían hojas de colores. En otoño, éstas adornaban el piso.

Sin embargo, él no podía volver.

Se rascó vagamente el tatuaje de una cuerda que consiguió en una convención un año atrás. Le gustó el diseño y sólo una persona esperaba en la fila delante suyo. Niall estuvo a su lado, temblando demasiado al ver la aguja de la máquina ir de arriba hacia abajo como para conseguir un tatuaje propio. No fue hasta que estuvo terminado, cuando se percató de la rebuscada forma en la que podía encontrar dos letras en el nudo de la cuerda. Maldijo en el único idioma que conocía a Harry Styles y la manera en que logró atarse a él, irónicamente o no. La temática náutica tampoco fue intencionada, al menos, de eso intentó convencerse.

Suspiró cuando el cigarrillo se consumió en sus dedos y se puso de pie para entrar en el departamento. Jack seguía durmiendo, lo cual ayudó a su inevitable huida. Escribió un mensaje en su teléfono excusándose y lo envío cuando cerró la puerta detrás de sí. Demasiado sofisticado como podía ser, Jack tenía el privilegio de no tener que bajar a abrir personalmente la puerta de entrada al edificio. Louis detestaba cuando Niall olvidaba sus llaves; todos sus vecinos conocían sus pijamas y su rostro malhumorado por la mañana.

Curiosa era la forma en que se fijaba en las personas que caminaban a su alrededor. Todo lucía tan relajado bajo la luz cálida del sol matutino. Madres llevando a sus niños de la mano, con faldas cortas y piernas largas; muchachos con camisetas de baloncesto y anteojos de sol, parecidos a él pero a la vez tan diferentes. Louis se sintió tan ajeno de repente... como si su alma estuviese partida en dos pedazos. Por un lado, persiguiendo todo aquello que más había querido siempre, junto a su mejor amigo, en una ciudad tan llena de oportunidades. Por el otro, creía estar engañándose a sí mismo.

Vitalidad » lsWhere stories live. Discover now