XXVII

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—Deja de moverte.

Niall resopló.

—Lo siento, me haces cosquillas —dijo arrugando la nariz. Louis realmente odiaba maquillar a su amigo, pero era el mejor trabajo que habría podido conseguir jamás.

Niall incursionó demasiado rápido en el mundo del modelaje. Habían pasado pocos días en Los Ángeles cuando el representante de una marca importante lo contactó a través de sus redes sociales para llevar a cabo una sesión de fotos. Niall, en ese momento, no tenía demasiada idea de cómo posar, actuar o incluso vestirse correctamente. En ello entró Louis, clamando ser su estilista y manager, cuando en realidad solo eran dos niños nuevos en la ciudad improvisando cada paso que daban.

Después de unos meses de realizar campañas pequeñas sin demasiada magnitud, ambos consiguieron este enorme contrato para la semana de la moda, donde Niall desfiló y Louis estuvo en el backstage trabajando con él. Algunas modelos y representantes de marcas quedaron encantadas con él y el trabajo rápido y eficaz que realizaba, por lo que lo incorporaron al equipo de estilistas permanente, a pesar de que Louis seguiría trabajando para Niall —esa era su única condición—.

Aún seguía siendo un aficionado del maquillaje de efectos especiales, por lo que intentaba acomodarse el tiempo para estudiar y capacitarse en ello, además de enviar correos a Hollywood cada que se enteraba de una nueva película. No tuvo éxito hasta el momento, pero Louis no se daba por vencido. Aprendió muchas técnicas que también lo ayudaron en su trabajo regular, así que podría decirse que estaba ganando por ambos lados.

—Deja de estar nervioso, Niall —se quejó cuando su amigo cerró los ojos al colocarle la imperceptible capa de máscara de pestañas.

—No puedo, sabes que no puedo. ¿Por qué creí que esto sería una buena idea?

—Es Olivia, Jesucristo, la conoces desde que nació.

El bullicio que provenía desde afuera crecía cada vez más, poniéndole a Niall los pelos de punta y obligándolo a beber un poco de agua para tranquilizarse. Louis se cruzó de brazos, balanceando el peso de su cuerpo entre una pierna y la otra. Uno de los otros modelos a los que le tocaba maquillar en muchas ocasiones, Jack, los miraba a ambos con diversión desde su asiento frente al espejo iluminado.

—Siento entrometerme, pero... ¿vas a pedirle matrimonio a tu novia?

—¡¿Qué?! —Se puso pálido ante la pregunta, y Louis agradeció que ya se hubiese tragado toda el agua. De no ser así, la hubiera escupido en su camiseta—. ¡No! Por supuesto que no, aún. Es solo que ella jamás ha venido a un desfile antes.

—Horan, rechazaste a Taylor Hill la semana pasada. Si eso no te puso nervioso, no puedo ver el porqué de estarlo ahora.

Louis chasqueó la lengua cuando Niall relajó los hombros.

—¿Lo ves? Es lo que te he estado diciendo.

—Tú eres un gruñón, Tomlinson, no puedes tranquilizar a nadie —rio Jack, haciendo que Louis frunciera el ceño y que sus mejillas se colorearan.

Bien, él no podía negar ser un tanto intenso cuando las cosas no iban justo como las disponía. Nadie lo podía culpar, en verdad; Louis quería que todo fuera perfecto en todo momento. Sí, a veces gritaba y mangoneaba, pero era su forma de que las cosas salieran adecuadamente.

—Cállate, Jack.

—Es cierto, Lou, das miedo a veces —Niall suspiró, estirándose en su silla justo en el momento en que Louis intentó colocar los polvos translúcidos para sellar la fina capa de base de maquillaje. El pincel casi cae dentro de sus ojos azules.

Vitalidad » lsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora