XVIII

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—Louis —Harry estaba abriendo el primer cajón de la cómoda de su habitación—, ¿Para qué quieres mi foto?

El menor batió las pestañas, con ambas manos apoyadas hacia atrás en la cama y el peso de su cuerpo sobre sus brazos. Miró a Harry con los ojos entrecerrados.

La verdad es que no tenía idea.

—¿Cómo sé yo que no eres un producto de mi imaginación? —intentó bromear, pero la voz se le anudó. Tomó una bocanada de aire al notar que el vampiro no le quitó los ojos de encima por un buen rato, mientras se aproximó a él con la foto en la mano.

Louis se la quitó cuando estuvo cerca, y se permitió recorrer cada detalle de ella. La textura era rugosa y se sentía demasiado vieja, hecha de ese papel antiguo que le recordó a las fotografías de guerra que su abuelo solía mostrarle cuando era pequeño. Harry, sin embargo, lucía impecable como siempre lo hacía, aunque su estilo parecía haber evolucionado indudablemente. En la imagen, llevaba una camisa de color claro, no se podía saber con exactitud cuál era en realidad, con mangas anchas y bastantes pliegues y volados. La parte baja estaba cortada, si bien se alcanzaba a distinguir la cintura de unos pantalones oscuros. No obstante, lo que más llamó la atención del joven chico fue la expresión en su rostro. El semblante serio e impenetrable que contenía un toque sugestivo y cautivador. Necesitó, casi con urgencia, conocer acerca del contexto de la fotografía. Saber acerca de su trasfondo, qué veían los ojos fríos con un desinterés ambiguo.

Harry pareció notar su inquietud, mas no hizo nada para revertirla.

Tanto por una simple, insulsa foto.

Louis no quería despegarse de aquella foto nunca. Esperaba que Harry le permitiera quedársela, para verla cada día y jamás permitirse olvidar sus labios y sus ojos vacíos; su corazón que no latía; su piel que no calentaba.

—Quédatela —El vampiro supo leerlo de la mejor manera. Él, por su parte, aún no lo hacía. ¿Por qué haberse precavido de esa manera?

—Gracias —habló a media voz.

Anochecía, pero no quería irse todavía. Harry se abrió cantando para él más temprano y luego con el papel entre sus dedos, se sentía como si marcharse ahora sería dejarlo a medias, cortar un tallo sin darle la oportunidad de llegar a florecer. Harry creía lo mismo, muy dentro de sí. Con la vista desenfocada en un punto de la habitación como solía pasarle algunas veces cuando pensaba demasiado las cosas.

En ese momento, estaba excedido de pensamientos buenos y malos. Un mecanismo de dos caras, la positiva y la negativa. La primera quería con vehemencia pisar el acelerador a fondo a pesar de que los frenos estuvieran cortados. La otra, precisamente lo contrario.

Meditó unos minutos más, que para Louis fueron eternos. Virando desde la foto hacia Harry y de nuevo a la foto, con los dedos temblorosos.

Harry lo miró. Una sonrisa creciendo y abarcando todo su rostro.

—¿Qué excusa le pondrás a tu madre para quedarte a dormir conmigo hoy?

Louis rio, sus ojos haciéndose pequeños.

—Niall, obviamente.

—Tendré que agradecer personalmente a ese tal Niall —respondió con un tinte de gracia.

La cama se hundió a su lado. Harry se apoyó con una rodilla, al mismo tiempo en que se desprendía el segundo botón de la camisa. El más joven se hizo a un lado para dejarle espacio a su costado y no tardó en acercarse a él cuando ya estuvo sentado sobre las suaves y pulcramente acomodadas mantas. El vampiro estiró la mano para acunar entre ella una de sus mejillas rosadas. Con su pulgar la acarició.

Vitalidad » lsWhere stories live. Discover now