XIII

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A esas alturas, todos los vampiros estaban emocionados por el cumpleaños del pequeño humano que se había ganado el corazón de su jefe. Louis solía merodear bastante seguido en los pasillos oscuros de la casa, siendo interceptado a veces por Lydia y manteniendo charlas entretenidas. Zayn lo había acompañado a casa a través del bosque y le había servido la comida en algunas ocasiones. Y Liam, bueno, Liam se había convertido prácticamente en su sombra.

Nadie en la casa supo que Harry se había marchado hasta que lo vieron entrar por la puerta principal, su mano entrelazada con la de Louis. Se puso serio cuando vio que todos estaban reunidos en el recibidor.

—¡Feliz cumpleaños, humanito! —gritó Zayn, tironeando de él para darle un abrazo.

Harry gruñó.

Quizás Louis algún día le dijese cuánto le gustaba esa actitud. El hecho de que nadie pudiera acercarse a él sin que Harry intentase hacer algo al respecto. Louis amó el apretón de su mano haciéndose más fuerte, sin llegar a doler, pero que demostraba que no estaba dispuesto a compartirlo. Zayn soltó una risa y lo abrazó más.

—Tranquilo, jefe. El olor de su sangre no me afecta en lo absoluto.

El moreno se tocó la nariz haciendo alusión a su falta de olfato y Harry se relajó, pero no le soltó la mano. Luego lo saludaron Liam, Lydia y Derek, desde lejos. Los demás vampiros estaban haciendo su guardia en el bosque y Louis ni siquiera los conocía.

—Louis necesita descansar —manifestó Harry una vez que lo tuvo de nuevo entre sus brazos. El resto de los vampiros se disiparon lentamente, obedeciendo la orden implícita de su jefe. Harry sonrió cuando el recibidor estuvo vacío y acarició los brazos descubiertos de Louis con el dorso de sus manos.

—No necesito descansar —dijo Louis, levantando sus cejas. Sus ojos brillaban a pesar de la poca luz.

—Mhm, lo sé —murmuró con diversión—. Quería que se fueran.

Lo arrastró a través de la sala principal y siguió el pasillo que conectaba a la entrada con la pequeña sala del piano. Había luz de velas perfumadas rojas, blancas, lilas y rosadas. Louis miró el lugar y se dejó envolver por la música silenciosa que le transmitía. Harry le pasó una mano por la cintura, debajo de la camiseta. Todo el contacto con su piel se sentía como una gota de agua helada colapsando contra brasas encendidas.

Casi nunca iban a la habitación del piano. La única vez que oyó a Harry tocar fue la segunda vez que lo vio, y en ese entonces el vampiro le provocaba tanto miedo que no se había permitido disfrutarlo del todo.

Tócame el piano, pensó, pero no lo dijo. Imaginó dedos largos y adornados pasando por cada tecla, acariciándolas y presionándolas, dándoles vida, y no se le pudo figurar una peor distracción que esa.

Puede que el piano fuera un simbolismo, también, cuando en realidad quería decir Tócame a mí.

Contrario a todo lo que estaba deseando, Harry se sentó en el banquito del piano y tocó las teclas por encima, sin presionarlas lo suficiente como para que emitieran un sonido. Louis no podía permitirlo, no después de haberlo imaginado, o haberse imaginado, tendido sobre el piano y siendo acariciado de la misma manera, suave al principio y ejerciendo presión al final, para dejar salir un sonido que comenzaría a envolver la habitación poco a poco.

No le dio tiempo a empezar ni siquiera a tocar notas sueltas. Se sentó en su regazo. Los bíceps duros lo envolvieron casi por inercia alrededor de la cintura. Se sintió con el poder de controlar la situación y lo besó. El vampiro sonrió a través del beso, sorprendido. Sus manos se aferraron más al cuerpo pequeño encima de él, y Louis no podía estar más a gusto, porque en su mente deambulaba una idea utópica del verano y la playa y Harry. Chupar el salitre de su piel blanca luego de pasar una tarde entera tirados en la arena y nadando en el mar. Luego se mirarían, reirían y se besarían bajo el sol caliente. Tal vez, si la playa estuviera desierta, Louis se sentaría encima de Harry y repasaría cada uno de sus tatuajes infinitos con su lengua.

Vitalidad » lsWhere stories live. Discover now