1. Extraños en el parque

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... La vida es aburrida...

Esa fue la primera frase que pasó por mi mente nada más abrir los ojos aquel día. Bueno, aquel día y los cuarenta anteriores. Definitivamente no es la mejor frase para animarte a salir al mundo exterior, pero por alguna extraña razón algo en mi interior parecía tener interés en recordarme aquellas palabras cada mañana. Con desgana me levanté de mi cama. Hasta seguir durmiendo me parecía aburrido.

Ni siquiera me molesté en mirar por la ventana. Normalmente a los jóvenes de mi edad les pone de buen humor el tiempo típico del verano, vacaciones, nada de estudios ¿Quién no contaba los días para que llegasen las vacaciones? En cambio yo lo único que hice fue morderme el labio, deseando por un momento que el paisaje de mi ventana fuese un poco diferente al de todos los días... No sé, un diluvio de esos que te calan hasta los huesos, una ventisca que llena el cielo de sombreros, una tormenta de arena... o una lluvia de monos, algo diferente. Sin apartar de mi mente la idea de cómo sería una lluvia de chimpancés (algo realmente guay si pedís mi opinión) me levanté y empecé a prepararme para salir a trabajar.

Nada más acabar bachillerato había buscado un trabajo cutre en una tienda. He de reconocer que al principio me emocionó un poco la idea de hacer algo diferente, pero al final el sitio resultó igual de monótono que el resto de cosas en la vida humana.

Me duché y vestí en completo silencio y salí de casa sin que nadie me viese. Así evitaría los gritos de mi madre obligándome a tomar el desayuno porque "tenía que crecer y fortalecer yo que se que cosas". Lo que ella no comprendía es que simplemente no comía porque no tenía hambre, no soy tan estúpido como para morirme de hambre sólo por no querer hacerme el desayuno.

Mi madre era una mujer normal, era gruñona como todas las madres y se preocupaba mucho como todas las madres, pero siempre lo hacía con cariño y siempre estaba ahí para salvarme de los líos cuando la necesitaba. Mucha gente decía que había heredado su nerviosismo y la manía de complicar siempre las cosas. En cambio de la personalidad tranquila de mi padre poco había cogido. De él me venía el cabello negro y según mi hermana la sonrisa (Cursilerías de esas que suelen decir las niñas). Últimamente estaban todos muy liados con su viaje a la playa, a la misma playa a la que vamos desde que yo tenía 5 años. Yo me negué a ir con ellos, ya tenía suficiente con tener que soportar la vida aburrida de la ciudad como para que mis vacaciones fuesen igual de monótonas que siempre.

Cuando llegué al trabajo Jannet ya estaba abriendo la puerta y me dedicó una sonrisa amable. Jannet sería unos años mayor que yo. Era la típica chica "animadora de california", o al menos lo era de aspecto: Alta, delgada, pelo rubio, fino y larguísimo, pero en el fondo era una buena chica. Comprendía mí incapacidad de relacionarme con la gente y me solía dejar tranquilo. Al menos ella era lo único soportable del trabajo.

El día pasó tan lento como el resto de veces y cuando por fin pude anunciar que me iba sentí ganas de saltar y hacer volteretas, pero a quién quiero engañar, no tengo ni idea de hacer volteretas (y no hablemos de hacer el pino). De camino a mi casa tenía que pasar por medio de un pequeño parque frondoso. Aunque había salido del trabajo de buen humor el pensar en lo que me esperaba en casa volvió a dejarme indiferente. ¿Qué sentido tiene alegrarse de acabar el trabajo si lo que espera es lo mismo de siempre? No hacer nada.

Pronto empecé a sentirme mal, como un vacío en el estómago y un repentino mareo seguido por angustia. Incómodo fui a sentarme en un banco, incapaz de dar un paso más. Notaba como me costaba respirar y cada vez me ponía más nervioso "¿Será esto lo que llaman un ataque de ansiedad?". Obligándome a respirar con fuerza doblé las piernas subiéndolas al asiento para poder ocultar el rostro entre ellas. ¿Cuánto tiempo me pasé así? Ni idea, solo recuerdo que cerré los ojos e intenté tranquilizarme contando las inspiraciones y expiraciones. Por mi cabeza no podían dejar de pasar las imágenes de mi día a día y me di cuenta de que no había nada en mi vida que no hubiese predicho con antelación. ¿Acaso no había habido ninguna sorpresa en toda mi vida? Eso si que era realmente...

La vida es AburridaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora