Cap. 163

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Narra Arien

No llevaba la cuenta de los días que llevaba en Japón. Solo sabía que poco a poco me había ido acostumbrando a los variados miembros de mi familia. Tenía un cuarto demasiado decorado y lleno de cosas a diferencia del que tenía en casa. El lugar era ruidoso la mayor parte del día y no había pasillos interminables llenos de habitaciones vacías. Era agradable.

Suspiré recargando mi cabeza en el escritorio. El japonés era algo difícil de aprender. Así que ir a la escuela era una misión imposible. Otra vez estaba tomando clases con una profesora privada que hablaba varios idiomas. Era amable y muy simpática. Pero eso no me ayudaba a llenar el vacío que sentía.

— ¡Es que no me entiendes!—la voz de uno de mis hermanos me saco de mis pensamientos.

—No es que no te entienda, pero no debiste hacerlo Haruki—me basto con que mamá dijera eso para saber que algo malo había pasado.

— ¿Por qué no? A mí me gusta mucho como se ve—me levanté y camine sigilosamente hacia la puerta.

—Por qué papá y yo dijimos que no. Eres muy joven.

— ¡Mamá por favor! Ya tengo diecisiete años—lo escuche bufar molesto.

— ¿Es por esa chica?

—Catherine mamá, es la chica más genial del mundo.

—Incitarte a hacerte un tatuaje no la hace genial.

— ¡Agh! Solo déjame en paz—lo siguiente que escuche fue como la puerta del cuarto de al lado era fuertemente azotada.

Me regrese a sentar en la silla. Era algo muy común últimamente que ellos dos discutieran. Mi hermano se había comportado así después de mi llegada a casa. Lo poco que sabía es que empezó a salir con una chica un poco mayor que él a la que le gustaban los piercings y los tatuajes. Una mala influencia desde el punto de vista de mi padre.

—Cambiar por alguien...—cerré los ojos un momento mientras hacía girar mi lápiz entre mis dedos—Supongo que al final solo puedes cambiar para gustarle a alguien—Pensar eso era un poco extraño cuando "él" me dijo lo contrario.

***

El nuevo niñero era muy raro. No se parecía a otros chicos que me habían cuidado. Siempre había podido escuchar como todos hacían llamadas por teléfono mientras presumían lo fácil que era cuidarme. Por qué no hablaba, porque no me movía más de la cuenta y siempre era obediente. Pero el rubio frente a mí no parecía conforme.

—Estoy aburrido, hagamos algo divertido—me dijo por enésima vez interrumpiendo mi lectura.

—Yo estoy haciendo algo.

—Leer todo el día no es hacer algo—bufó dejándose caer dramáticamente sobre el colchón haciendo que me moviera un poco.

—Mira...—me quede pensando cómo era que se llamaba.

—Troy, mi nombre es Troy.

—Gracias, mira Troy, leer es algo agradable y silencioso—dictamine mientras pasaba la página.

—Dijimos que te podías comportar como un niño frente a mí, ¿Lo recuerdas Arien?—fruncí un poco el ceño. Era verdad, pero el que me dijera por mi nombre me hacía sentir cohibido.

—Fue un momento de decaimiento por la situación.

— ¿Momento de que?—se sentó y pude sentir que me miraba.

—Decaimiento, cualquiera conoce esa palabra—cerré mi libro cuando me di cuenta que ya no sabía ni lo que estaba leyendo.

—Es la primera vez en toda mi vida que escucho eso.

¡Bendito Whatsapp! (EDITANDO Primera parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora