Las garras de Hydra

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Cuando eres criado para una cosa, un trabajo, un objetivo, eso termina llenando tu mente las veinticuatro horas del día, incluso cuando duermes, comes o simplemente intentas mantener tu mente tranquila. No puedes deshacerte de aquello que ha formado parte de tu vida, desde que abriste los ojos, por más que quieras, por más que busques...la redención. Uno no puede librarse de sus errores, de los fallos que ha cometido, de su pasado y de la oscuridad de su alma. Cualquier persona, mutante, inhumano o incluso los héroes mismos, han enfrentado por años la oscuridad encarnada en los villanos, aquellos que se han alzado ante los que los rodean, que los oprimen como si no fueran nada, generando que sean tragados por su dolor, su misma oscuridad que los va consumiendo, haciéndose más fuerte con el pasar de los días, encontrando a su huésped realmente vulnerable, pudiendo tomarlo.

Pero seamos sinceros, cualquier ser vivo en el mundo, tiene maldad si tiene raciocinio, incluso los mismos animales. Ser un héroe o un villano, no termina por deshacer la oscuridad o la luz. Un héroe es aquel que se alza sobre los demás, mostrando ser un pilar de luz para las masas, como los Vengadores intentaban aparentar. Pero incluso los héroes terminan sucumbiendo a la oscuridad, a su pasado.

Y él, un arma genética creada para la muerte, que intentaba ser un justiciero, no era distinto. Naruto sabía quien era. Quienes eran sus padres. Pero no podía deshacerse de Hydra. No podía mantenerse alejado de aquello que le dio la vida. Sabía que, si seguía cazando a Hydra, todo terminaría mal para él, Daredevil o incluso Laura. Aunque la chica se marchó al norte, buscando algo relacionado con los mutantes. ¿Tal vez él debió hacer los mismo? ¿Huir de Nueva York y ocultarse en una mansión para gente con poderes venidos del Gen-X genéticos? Wyndham no lo dejaría escapar. Whitehall lo mataría si realmente lo dejaba huir, más cuando Taskmaster lo había localizado en la ciudad que nunca duerme.

No se libraría de las garras de Hydra, hasta que la organización nazi realmente fuera destruida. No podía irse, dejando a inocentes bajo la mano de un desquiciado como Wyndham.

Por eso estaba allí, en Central Park, sentando en un banco, con la ropa dada por el abogado ciego, mirando como el sol comenzaba a iluminar el cielo con sus brazos delgados, finos, creando una hermosa vista que Naruto jamás pudo disfrutar. Incluso ahora, no podía hacerlo. Sus instintos eran demasiado altos. Sentía sus oídos zumbar, los olores llegando a sus fosas nasales. Era un animal salvaje y no podía apenas controlarse realmente. Tenía que hacer un extremo uso de su fuerza de voluntad, para poder mantenerse a raya.

―Naruto.

El hijo del cap no dijo nada, sentado en el banco. Oyó como la madera crujía y sus propios deseos parecían estallar a mil. Movió la cabeza, olfateando el aire, localizando a cada agente especial de Hydra. Notó el olor de Abominación, Taskmaster y Belova. Sus compañeros de equipo estaban en el lugar, por si algo se torcía.

―Hola, profesor―lentamente, el rubio arrastró las palabras, moviendo su atención a Helbert Wyndham. Podía ver las canas en su cabello oscuro, como su rostro parecía algo más...arrugado. Olisqueó, encontrando que su olor era ligeramente distinto, como si no fuera realmente Wyndham, si no otra persona. Parecía haber cambiado en el tiempo que no lo vio, pero no una forma física externa o emocional. Teniendo sus sentidos aumentados por el Gen Mutante, Naruto podía estar completamente seguro de que Helbert no había cambiado su pensamiento o había tomado una dieta distinta, bajando algunos kilos que tuviera de más. No, el cambio del profesor era otro, más distinta, genético.

Ambos mantuvieron el silencio, dejando que las personas pasaran delante suya, a sus trabajos, siguiendo sus caminos tan diversos. Naruto se mantuvo calmado, relajando aquella palpitación que lo estaba molestando, sintiendo la presencia en el aire de todos los agentes de HYDRA disponibles para su captura. Sabía de antemano que todo podría irse por el desagüe. Intentaría hablar con el profesor, aun sabiendo que no lo dejaría ir, pero no quería manchar sus manos con sangre innecesariamente. Le costaba demasiado mantener los instintos animales controlados, que no estuvieran aullando en su mente.

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