Feromonas

1.9K 206 34
                                    

Atención: cualquiera que lea esto, queda bajo su propia responsabilidad. Aviso: quien lea esto, queda bajo su responsabilidad, un buen saludo.


Las armas son siempre preciadas y usadas por aquellos que las crean para completar sus objetivos y un arma genética como lo era el Arma X de Hydra, no era algo que alguien como Wyndham dejaría escapar de sus manos por nada del mundo. Mantener el control sobre X-9 lo era todo para él, quien vio en el Arma X una evolución superior a la humana y un diamante en bruto al que pulir. El mutante se había escapado de sus manos en un momento de rebeldía, pero lo tenía de vuelta en las instalaciones, bajo el cuidado de un grueso grupo de agentes que no permitirían que el arma volviera a ser liberado por el desquiciado de Wade Wilson, a quien ya estaban buscando para tomarlo como lo habían hecho con el mocoso mutante y creación de Daniel Whitehall.

Pero Helbert Wyndham no había llegado hasta donde estaba por dejar todo el trabajo a sus subordinados. Era una mente brillante que había recreado el trabajo de Hydra sobre el Arma X al crear copias del original, con distintos genes mutantes que había recolectado gracias a sus propios viajes y estudios e incursiones en hospitales y laboratorios especializados en los mutantes, donde muchos habían donado sangre para buscar una cura a su propia enfermedad. Era bien conocido para todos que los mismos mutantes querían su propia destrucción. Parias, basuras, eran apartados de la sociedad solamente porque la gente no sabía sobre su evolución, porque temían lo que los mutantes estaban representando en el mundo: un cambio para mejor.

Wyndham odiaba a los humanos por ello. ¿Rechazar el gen mutante por temor a lo que podían hacer? Muchos gobiernos habían puesto en marchas distintos proyectos para detener los avances de una Nación Mutante, como uno de los diputados estadounidenses había declarado, con verdadero temor porque sus palabras fueran verdaderas, proféticas y se cumplieran en un corto plazo. Loos mutantes eran superiores a los humanos ordinarios y si no eras uno de ellos, te sería imposible hacerles frente. Incluso dentro de los mismos mutantes había diferentes escalafones, colocándolos a unos por encima de otros, casi como si fuera una jerarquía creada por la propia mutación de su ADN.

Si solo supieran lo que yo tengo en mis manos, masculló mentalmente el profesor cruzado de brazos frente a la puerta de hierro macizo que impedía a su preciada arma escapar. Sus labios se estiraron ligeramente, haciendo que en su rostro se dibujara una sonrisa. Arma X podía ser controlada con códigos del Libro Rojo de Hydra; pero él tenía un mejor plan para mantener a su preciado X-9 bajo control, en su poder y bajo su mano en todo momento, para que no volviera a escaparse.

A su lado, una imperturbable Jessica Drew observaba la misma puerta que Wyndham estaba mirando. Pero sus ojos no estaban brillando con aprobación, si no con reproche e indignación. Se reprochaba así misma por haber controlado al chico, por haberlo dejado caer en las manos de Helbert y, por consiguiente, de Hydra. Sabía de lo que Wyndham era capaz y lo que haría con el denominado Arma X, más debido al propio gen que parecía evolucionar dentro del ADN del muchacho.

Naruto, se llama Naruto, se dijo así misma la mujer araña, suspirando entre labios, mirando hacia la puerta con sus ojos castaños. Llevaba unos leggins apretados y un top deportivo. Aun, si alguien se fijaba en su rostro, se podían ver pequeñas gotas de sudor perlando su frente, con algunos mechones de su oscuro y negro cabello empapados, pegados a su piel. No había tenido tiempo ni de una ducha fría, cuando varios agentes de Hydra irrumpieron en el gimnasio, obligando a abandonar su propia rutina y arrastrándola hacia la jaula donde mantenían preso a Uzumaki Naruto, el Arma X.

―Ya sabes que hacer, Jess―dijo el profesor Wyndham, dando media vuelta sobre sus talones, dándole la espalda a la hija de su compañero y viejo amigo―. Espero no me defraudes, Jessica. No es momento para sentimentalismos humanos.

Arma XWhere stories live. Discover now