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CIUDAD SUBTERRÁNEA

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CIUDAD SUBTERRÁNEA.

AÑO 843.

El aire casi era inexistente allí, en la ciudad dónde el sol no lograba iluminar o el cielo bañaba a los habitantes, todo por culpa de cientos de kilómetros entre la superficie y ese alejado lugar. La mayoría se sentían ahogados al vivir allí, muchos otros se enfermaban por no sentir el calor del astro llameante sobre ellos y ni hablar de los que luchaban por salir de allí con vida.

Pero ese no era el caso de la pequeña niña de cabellos negros que se encontraba corriendo por las largas y angostas calles de aquél lugar.

Sus mejillas estaban totalmente rojizas por el esfuerzo que le suponía esa carrera casi interminable, su pecho ardía por cada segundo que pasaba y estaba segura que su cabello estaba totalmente lleno de suciedad gracias a los escondites que tuvo que utilizar, pero la pequeña simplemente ignoró todo aquello, ya que no debían atraparla y pondría en riesgo su vida con tal de lograrlo.

Pero de pronto chocó con un cuerpo fuerte y firme, logrando que la pequeña de diez años cayera al suelo casi al instante, después de todo era una niña que comía una vez al día y no lo necesario, era casi piel y huesos, cosa que la hizo caer junto con aquello que sostenía recelosamente junto a su pecho.

Sus ojos azules se abrieron rápidamente tras sentir el dolor de la caída y se sorprendió al ver a un hombre de la edad de su madre frente a ella. Conocía quién era, era estúpido pensar que alguien en ese sector no conociese al hombre que ayudaba a los huérfanos que lo necesitaban, pero algo totalmente distinto era verlo frente a ella.

El hombre frunció el ceño mientras intercambiaba su mirada entre la niña y aquello que ésta había dejado caer tras el impacto, pero no pudo preguntar nada o siquiera ayudarla, puesto que un grito se escuchó retumbando en sus oídos y aquello asustó en demasía a la pobre criatura de grandes ojos azules.

—¡Ahí está esa bastarda, detenganla!.-Gritó un mercader de la zona y logró que la diminuta muchacha comenzara a temblar más de la cuenta, más de lo que su débil y delgado cuerpo le permitía.

El hombre que la hizo caer comenzó a evaluar la situación con la mirada y pasaron cinco segundos hasta que por fin actuó. Esos cinco segundos habían sido los más largos en la vida de la niña, pero cuándo sintió que ese hombre la levantaba sobre su hombro como un saco de patatas y sostenía aquello que tanto le había costado robar, supo que estaría bien.

Sintió el, casi inexistente, aire que había en ese lugar meciendo sus cabellos y giró un poco para apreciar el rostro totalmente serio del hombre que la estaba rescatando en esos momentos, sabiendo muy bien que merecía algún tipo de explicación después de aquello.

Podía escuchar como comenzaban a desaparecer los gritos de esos hombres que la habían golpeado durante más de una hora simplemente por robar aquello que necesitaba con tanto ahínco. Y se tranquilizó cuándo el pequeño hombre giró en una calle que era bastante conocida para ella.

—¿Vives cerca de aquí?.-Preguntó el tipo con la voz más seria y profunda que había escuchado en sus cortos diez años de vida.

—E-en la siguiente calle, a la derecha.-Logró decir, algo nerviosa y también adolorida por lo que había sufrido hace menos de una hora.

Estaba muy segura que su tobillo había sufrido una herida bastante contundente cuando uno de esos hombres lo pisó con demasiada fuerza, aunque cuándo estaba corriendo por su libertad no le importó en ese momento el dolor se hizo más presente aún.

El hombre pequeño frunció el ceño al comenzar a reconocer el lugar dónde estaban ubicados, pero no quiso decir nada más, puesto que no conocía a esa niña, por mucha pena que le diese. Esperó que no le indicase ese lugar cuándo llegaron frente a una puerta bastante maltrecha, pero la niña le indicó con el dedo cuál era su hogar y eso provocó un revuelto de sentimientos en el estómago del mayor.

Era un burdel. No, no sólo era un burdel, era el burdel dónde su madre se vendía para poder darle algo de alimento a su pequeño hijo, ese maldito lugar dónde los hombres pagaban únicamente para profanar el cuerpo de la mujer que más amó en su vida y dónde la dejaron morir al enterarse que su enfermedad estaba siendo demasiado para su pobre ser.

Su corazón se encogió al bajar a la pequeña y entregarle un pequeño frasco de medicinas que, seguramente, había robado de esos hombres que la perseguían. La niña le regaló una pequeña sonrisa mostrando esos dientes que se notaban poco cuidados.

Otra vez, su corazón se sintió pesado dentro de su pecho y no supo que hacer más que tomar el pastelillo que había comprado para Isabel, pero que ahora estaba siendo colocado en las sucias manos de esa niña. Era lo mínimo que podía hacer por ella, darle algo de comer, salvarla de recibir otra paliza y esperar que su pobre corazón estuviese bien luego de presenciar como hombres violaban a su madre una y otra vez por un poco de sucio dinero.

—Si necesitas algo ve a verme, tres calles más a la izquierda, me encontrarás fácilmente, pero no te pongas en peligro así.-Aconsejó el hombre dejando caer su mano sobre el sucio cabello azabache, en otra ocasión no hubiese tocado aquél cabello lleno de suciedad, tierra y sudor, pero su corazón era bastante blando con determinados asuntos.

—¡Muchas gracias, Levi-san!.-Exclamó la pequeña sintiendo por primera vez entre sus labios el nombre del mayor.

No era un secreto para nadie su identidad y mucho menos para una niña pobre como ella. Tenía algunos amigos que eran alimentados por Levi y era visto como un héroe entre los niños huérfanos de aquella zona.

—¡Cuídese, Levi-san!.-Exclamó la pequeña viendo como ese hombre se giraba dispuesto a irse, pero a ella no importó, simplemente levantó uno de sus brazos y agitó su mano con entusiasmo, aún si dolía un poco.

La mano de Levi se levantó en el aire y la movió de manera despreocupada, provocando una enorme sonrisa en la pequeña que luchaba diariamente para sobrevivir en ese horrible mundo dónde la habían colocado sin preguntarle siquiera.

La vida era cruel para la pequeña Evie Langer, pero en ese instante, apreciando cómo la espalda de ese hombre desaparecía de su visión, que juró ver enormes alas extendiéndose, cerniendo una esperanza dentro de su corazón.

Ella también quería ser un ángel caído.

Hola, acá con una nueva historia que me entusiasma demasiado, espero que disfruten de este nuevo proyecto uwu

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Hola, acá con una nueva historia que me entusiasma demasiado, espero que disfruten de este nuevo proyecto uwu.

Red swan; Reiner Braun. [#1] Where stories live. Discover now