En tu Piel

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Tú, amor divino hermoso y precioso
Como caña negra de melaza oscura y ebria,
derramas en el estío tu pulpa roja labial y tus dedos se van directamente a mi boca con una intención que se ve en tus ojos
de marquesina iluminada y de abeja laboriosa,
cultivan el vino y el hollejo de enero.

Hasta que el viento publica los frutales de primavera.
La madurez de los racimos desafiando al invierno y que eso nos lleve a abrazarnos y hacer mucho toqueteo para calentarnos
con las hojas del otoño refrescando tu piel y
goteando en cada hilo de tu oscuro pelo
como la perpetua lluvia del monte Chaqueño.

Aun bajo el agua me siento a festejar cada hilo de tu belleza y cada centímetro de ti,
brindo por tu cabello con licor de orujo,
en la copa de tu perenne paleta de artista enamorada de mi y con mucha devoción de estar a mi lado,
amalgama de azul encanto y pasión fuego llameante.

De tu hombro, se suelta tu brazo en caída de abedul fresco y de una sola manera veo que tus labios se hacen más palpables en mi cuerpo
culminando en los pétalos que llevas por dedos,
como el grado perfumado que arroja el tilo,
cuando anuncia su visita de aromas, y
suelta la alfombra amarilla y alegre por las veredas que yo amo tanto

En las puntas, tus yemas,
diminutas y en plurales, rozan mágicamente tus bellos pechos que claman mi boca y
de tu calmo lago de agua en el hoyuelo de tus clavículas
se fondea mi ancla de día turbulento en tu cuerpo fogoso y precioso.
Tu boca gestual de inquieta figura
es naturaleza de espejismo puro de oasis dilatado,
embebido del diamante en bruto.

¡Amor casi de ultraje invasivo!
¡Amor diario, violador inconsciente de mis sentidos!
Empujas al horizonte detrás de las montañas Puninas y
en tus acuosos ojos, tan altos, como el agua del Titicaca
mi barca flota en rumbo vibrante, despliega su larga vela,
nadando sobre la paja en el agua y
la mirada en brújula apunta a tu figura de leona femenina.

Y mi corazón volátil, de párpado ausente,
no haya un sólo mapa de agua ondulante, como tus caderas entrañables.
Si te cegara la luz devorante te doy mis ojos de lazarillo.
Para que sigas caminando sobre las nubes, y
bailes galante el vals eterno de la estrella absoluta,
con tus manos enguantadas en la hora del trabajo

¡Amor mío!
¡De todas las verdades que elige el día!
Tú eres la obertura en el hilo de los racimos de la hembra, y
de tu ojo clavelina, sueltas el olor a mujer sin perfume.
Sólo esencia de savia y sangre púrpura,
como si un gen de madre natura te hubiese inyectado
una caléndula mujer, bajo los poros de tu piel y siempre me quedaré impactado sobre como tu magia me hipnotizo y me hizo llegar hacia ti y saborear cada pincelada de tu obra de arte.

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