CAPÍTULO SIETE

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CONFESIONES ENTRE PATATAS




A decir verdad, nunca estuve en la academia militar, pero trabajar con Pierce estoy segura de que se le parecía bastante, en serio, era como Robert De Niro en Hombres de Honor, siendo un complejo hijo de puta con Cuba Golwing Junior, a diferencia que mi jefe no se centraba en uno solo —por supuesto que no—, nos tenia a todos trabajando bajo una presión que estaba segura no podía ser sana.

De todas maneras no me quejaba, por que si tenia que ser sincera conmigo misma, aquella presión que encontrabas en las cocinas me gustaba.

Era mi lugar en el mundo.

Sin embargo no podía evitar sentirme nerviosa con el hecho de tener que en cuestión de nada, ponerme a trabajar con Pierce, debido a que llegaba el momento de sacar los postres y sería yo quien lo asistiera.

Me dije a mi misma que tenia que mantener la calma, era una persona que trabajaba sin problema bajo presión y no mentía, realmente me manejaba en ese tipo de ambientes, sin embargo bastó una sola mirada de mi jefe para casi hacerme pis encima, solo por que le tendí una espátula que no era la que necesitaba para hacer lo que tenia que hacer.

—Atenta, Minerva —farfulló por lo bajo.

Era la décima vez que me lo decía.

La décima.

Y era en estos momentos en que aquella resolución que tenía de mí misma, diciendo que trabajaba bien bajo presión, se iba al carajo, literal.

Creí que con mi jefe teníamos, como decirlo..., buena onda —por llamarlo de alguna manera—, luego de nuestro almuerzo del día anterior.

«Ilusa Minerva, eres una ilusa» me dije para mis adentros cuando Pierce volvió a bufar.

Me di cuenta también de que mi jefe hacía mucho eso de bufar.

Algo le molestaba, bufaba.

Algo no salía como quería, bufaba.

La comida salía quince segundos tarde, bufaba.

Minerva respiraba cerca, él bufaba.

Agradecí cuando el servicio por fin termino, mientras me replanteaba a mi misma como haría para aguantar una semana de esto.

De todas maneras tenia que decir que Pierce era excelente en lo que hacia, de verdad, llevaba ya dos días ya en la cocina y había tenido la oportunidad de verlo en acción, tenia una agilidad para moverse en la cocina que era admirable y aunque más de una vez me pesco observándolo cual acosadora, no me reprendió por ello.

—¿Qué tal tu día? —Murmura Isabella con una sonrisa esperanzada en el rostro.

—Está a punto de renunciar —murmura Dante, antes de abrir los ojos como platos y agregar: —Allí viene Cruella de Vil, corran...

Cuando giro mi cabeza me doy cuenta por quien lo dice —haciendo que tenga que aguantar una carcajada—, cuando la señora Katherine aparece desde una esquina y viene directo hacia nosotros y por su cara, deduzco que no es por nada bueno.

Katherine es aquella que me entrevistó por video llamada antes de comenzar a trabajar aquí y si bien por video parecía adorable, me di cuenta con los cuatro días que llevo aquí que no lo es y sospecho que me odia debido a que imagino que mi jefe tuvo una seria charla con ella por mi contrato y por el error que cometió Isabella y también yo, no voy a negarlo.

Pecado con sabor a chocolate [+21] ©️ LIBRO 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora