CAPÍTULO VEINTITRÉS

115K 7.6K 4K
                                    

SI TRES SON MULTITUD...





Los tacos están matándome.

En serio, por muy bonitos que sean, cada paso que doy es una tortura, es por eso que cuando Pierce me guía hacia unos altos taburetes, medio gimo cuando me siento, ganándome una mirada de reojo de mi jefe/posible amante.

—Dos copas de champagne, por favor —murmura Pierce en dirección al bar tender.

Mientras esperamos los tragos en silencio —uno un tanto incómodo, cabe destacar—, miró nuevamente a mi alrededor, sorprendiéndome de cómo todos bailan de manera medio alocada, todos con diferentes tipos de máscaras cubriendo sus rostros, de todas maneras no es como si pudiera distinguirlos bien, debido a que las luces de un rojo fuego dificultan mi visión, al igual que las máquinas de humo, de todas maneras no puedo negar que el ambiente me resulta divertido y exótico, más para alguien como Pierce, es por eso que me costaron un par de segundos en avanzar.

Estamos en una especie de terraza en este hotel, aunque pareciera más un departamento exclusivo fuera de dicho hotel, ya que a lo lejos pueden divisarse unas escaleras que supongo van a distintos cuartos o habitaciones.

No es mucha gente la que hay a nuestro alrededor, no serán más de cincuenta, es por eso que estamos todos medio apretujados, sin embargo eso no evita que todo luzca elegante, con luces led de color azul que combinan con la decoración acristalada que hay en toda la estancia.

—Ven —murmura Pierce en mi oído, haciéndome saltar en el lugar—, quiero mostrarte algo —agrega, tomando mi mano.

Cuando me bajo del taburete, mi brazo vuela a la chaqueta de su smoking para sostenerme, debido a que creo que he bebido mucho champagne y ha comenzado a hacer efecto.

Pierce sonríe, contagiándome la sonrisa a mi también y no se por que me entra la risita boba, mientras él me da un pequeño jaloncito para que avance.

Los cuerpos de la gente que bailan chocan con nosotros, de todas maneras su brazo me rodea, su mano casi tocando mis pechos y aquello no hace otra cosa más que excitarme.

Demonios.

—¿Todo bien? —Susurra en mi oído.

Asiento a modo de respuesta, mientras giro mi rostro para mirarlo a la cara, la máscara sencilla negra que lleva puesta no puede ocultar sus ojos azules, que me miran con un deseo carnal con el que suele mirarme a veces y yo, presa de un impulso borracho, junto mis labios con los suyos en un casto beso, que hace que detengamos nuestros pasos por un instante.

Pierce presiona mi costado con fuerza, sin embargo no profundiza el beso, sino que se ladea hacia atrás para mirarme primero a los ojos y luego los labios y después de nuevo a los ojos.

La gente bailando a nuestro alrededor, los destellos de las luces y la música alta mezclado con risas, pasan a segundo plano, por que en este momento, en este preciso instante, parece que solo somos Pierce y yo y nadie más.

—Andando —repite y vuelve a avanzar.

Medio refunfuño, mientras que yo me ponía toda ñoña y él arruinando el momento, de todas maneras la respiración se me corta cuando salimos a la terraza que se encuentra sorprendentemente vacía —o eso es lo que creo—, Pierce cerrando las puertas de nosotros para darnos privacidad.

—Es hermoso —susurro, cuando me acerco a la baranda de la terraza.

Joder, puedo ver todo Nueva York desde aquí, debido a que estamos en el último piso del hotel.

Pecado con sabor a chocolate [+21] ©️ LIBRO 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora