CAPÍTULO CUARENTA Y OCHO

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NOCHE DE TRES 



Justo en el momento en el que iba a llegar al orgasmo, Pierce paro sus movimientos, haciéndome largar un quejido involuntario.

—Vamos a la habitación —dijo él, tomándome de la mano e incitándome a caminar.

No se como en ese momento no me fui de cara al suelo, teniendo en cuenta que llevaba unos tacones altísimos a los cuales no estaba acostumbrada y él prácticamente corría a su habitación.

Una vez en la habitación —amplia tal y como la recordaba—, los nervios por supuesto volvieron, así como también las inseguridades con respecto a todo.

«¿Qué pensaría Dean cuando viera la cicatriz en mi vientre? ¿Le daría asco?»

Aquello hizo que quisiera largarme de allí nuevamente, haciendo que la respiración vuelva a agitarse pero esta vez no por la excitación, sino por miedo.

Miedo al rechazo.

Me giré para decirle a Pierce que aquello era una idea de mierda, que quería irme a mi casa y esconderme debajo de mi cama para siempre.

—¿Qué pasa? —Preguntó él, dándose cuenta de mi titubeo y tomándome por las mejillas antes de que siquiera pudiera decir nada.

—La cicatriz... —dije, nerviosa y susurrando—, no quiero que él la vea, Pierce.

Él me sonrió, como si supiera algo que yo no sabía y es que en ese momento no lo entendí, pero en un rato vamos a entenderlo juntos.

—Eres hermosa, Minerva —dijo muy seguro de sus palabras, mientras comenzaba a bajar el cierre de mi vestido. —Apuesto a que no habrá nada de ti que no vuelva loco a Dean —susurra, nuestros labios casi rozándose.

El vestido cae, dejándome solo en mi ropa interior blanca y los tacones, mis ojos sin despegarse de la mirada azulada de Pierce en ningún momento.

—Mierda —escuche a Dean murmurar detrás mío.

Sin embargo no se acerca, ninguno de los dos hace nada, por lo que respirando hondo y sabiendo que estoy hasta la mierda de hundida ya, termino girándome lentamente.

Dean pasea su rostro por mi cuerpo, haciendo que allí en donde mira me recorra un escalofrío, cuando llega a la cicatriz sus ojos se detienen solo un segundo, sin embargo sigue bajándose, embebiéndose de mi.

—Eres muy hermosa, Minerva —dice, nuestras miradas encontrándose. —Eres como un ángel —dice al final, haciéndome sonreír y contagiándole la sonrisa a él.

A decir verdad, no se que es lo que me impulsa a hacer lo que hago, pero cuando quiero darme cuenta, estoy avanzando hacia él, deteniéndome cuando estamos a un palmo de distancia, cuando a pesar de que Dean sigue con la ropa, puedo sentir el calor de su piel atravesándola, su perfume llegando a mis fosas nasales.

Mis manos titubean un momento en el aire, por que vamos, que no es fácil estar entre semejantes hombres y actuar como si nada, que era una experiencia completamente nueva para mi.

De todas maneras Dean tiene paciencia, no me presiona y yo debo admitir en ese momento que lo deseo, pero no solo por ser condenadamente lindo, sino porque también me gusta él, su personalidad, la manera en la que me hace reír y la seguridad que me brinda su presencia.

Mis manos tocan su torso, por encima de la camisa blanca y él cierra los ojos con fuerza, como si estuviera resistiendo a hacer algo que tiene muchas ganas de hacer, como si mi toque lo afectara más de lo que pensaba. 

Pecado con sabor a chocolate [+21] ©️ LIBRO 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora