CAPÍTULO CUARENTA Y NUEVE

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SEGUNDOS DESPERTARES NUNCA FUERON BUENOS







Luego de aquel orgasmo maravilloso, por supuesto me dormí, si, así como lees, seguramente babee y todo.

¿Me avergüenzo por ello? Ni de coña, soy así, amenme de ese modo o no me amen un carajo, tal como dijo un buen amigo mío.

Lo último que recuerdo es que ambos habían salido de dentro mío —mientras mi cuerpo caía prácticamente laxo sobre la cama—, y se habían movido por entre la habitación, supongo que deshaciéndose de los condones usados y hablando en susurros por lo bajo.

En un momento dado —entre esa maravillosa nebulosa post orgasmo—, los sentí a ambos volver a la cama y acostarse uno a cada lado, pero eso es todo, luego todo es negro y demonios, me dormí tan profundamente que me sorprendo un poco de ello, pero supongo que follar con dos hombres como ellos al mismo tiempo, hacen estragos en el cuerpo de una.

Que soy humana, ¿saben?

Siento algo removerme, haciendo que mis pestañas parpadeen varias veces tratando de enfocar la vista.

Es aún de noche, lo noto por la cortina abierta en la ventana de la habitación, mientras que todo está apenas iluminado por la luz de una lámpara de pie que hay en la esquina.

Mis ojos se encuentran con los de Pierce, que me mira con el ceño un tanto fruncido, de pie y con solo un pantalón pijama puesto.

—¿Te desperté? —Pregunta en susurros—. Estabas helada y por eso te cubrí con la manta —agrega a modo de explicación.

Me doy cuenta en ese momento que estoy cubierta por un mullido acolchado color negro, mientras una mano se envuelve en mi vientre presionándome cerca de un cálido cuerpo, manteniéndome calentita.

Dean.

Sé que está profundamente dormido porque lo escucho roncar levemente, así como también descubro que estoy al completo desnuda.

Y es en ese momento que caigo en cuenta de lo que hice, de lo que pasó hace un rato y el bochorno me sacude por completo.

De todas maneras me tomo un segundo para ordenar las ideas, para notar cuántas partes del cuerpo me duelen y en qué nivel de intensidad.

Me duele todas las partes del cuerpo con intensidad.

Mierda.

Pasó una mano por mis ojos, en un vago intento de despejar un poco la maraña de pensamientos que me atacan en este momento, todas al mismo tiempo, mientras me impulso para salir de debajo de las mantas.

—¿Qué haces? —Pregunta Pierce, hablando en voz baja —¿Tienes que ir al baño o algo? —Agrega.

—No —es todo lo que respondo sin siquiera mirarlo, sacando mis pies de la cama.

—Minerva... —dice él con un suspiro y sé que sabe que todo ha caído como un balde de agua fría encima mío y que ahora viene el maldito momento de los arrepentimientos.

Gracias a los dioses encuentro mi minúscula ropa interior en el suelo, por lo que me apresuro a ponérmela rápidamente, tomando mis zapatos y aguantándome un siseo en el momento en que mis pies tocan el frío piso de mármol.

—Minerva, quédate a dormir —dice Pierce, todavía hablando en voz baja para no despertar a Dean, aunque viendo la manera en la que está durmiendo, dudo que algo pueda despertarlo.

—No voy a quedarme, Pierce —digo a modo de respuesta.

Salgo de la habitación de manera apurada, sintiéndome incómoda y abrumada por partes iguales.

Pecado con sabor a chocolate [+21] ©️ LIBRO 1Where stories live. Discover now