CAPÍTULO CUARENTA Y SIETE

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TODO LO QUE NUNCA FUÍ



El sonido que hace la llamada de Skype me saca de mis pensamientos, mientras espero que Genevieve atienda de una vez por todas, debido a que no hemos podido ponernos de acuerdo para hablar desde que fue año nuevo más que unos cuantos mensajes, hace ya cinco días.

Si, lo sé, lo sé, sé que odias que comience desde otro lado completamente a donde nos quedamos, asique iré al grano:



Costó salir de aquel transe en el que me había sumido con esos dos adonis, pero como todo cuento de hadas, en algún momento tenia que terminar, y yo, cuando me di cuenta en la posición en la que estaba, lo cerca que estábamos los tres, me puse de pie rápidamente, deshaciéndome del agarre de ambos, poniéndome por supuesto completamente nerviosa.

Comencé con todos esos tics desesperados y nerviosos que le agarran a una cuando menos se lo espera, como sacudirte el pantalón varias veces como si tuviera toda la tierra del mundo, acomodar mi camisa con las palmas sudorosas, sorber los mocos como si tuviera cinco años, acomodar mi cabello que de por sí siempre es un desastre y mirar a cualquier lado que no sea a los ojos de Pierce o Dean.

Fue Pierce quien se acercó y me tomó de los hombros, deteniendo mis movimientos.

—Basta —dijo, mirándome fijamente. —Ya pasó, Minerva, detente.

—Ella... —comencé diciendo con miedo.

—Ella no hará nada —me aseguró él.

—Pierce, si ella averigua, si ella descubre... —comencé diciendo nerviosa, lanzándole una mirada de reojo a Dean, que nos observaba confundidos.

—No lo hará —me repitió, manteniendo su agarre firme. —Lo prometo.

—Yo... —a decir verdad no me salían las palabras, debido a que la desesperación que estaba sintiendo en ese momento no me dejaba pensar con claridad.

Si Layla averiguaba que en realidad no era Minerva, si salía a la luz que Annalise estaba en realidad viva, todo se iría directamente al carajo.

—¿Qué está pasando? —Pregunto entonces Dean, supongo que cansado de mantenerse al margen.

—Nada —respondí de inmediato, sin dejar de mirar a Pierce a los ojos. —Por favor, no dejes que ella..., no dejes... —la voz se me volvió a romper, porque en verdad estaba desesperada.

—No lo hará, iré a arreglarlo ahora mismo —dijo Pierce, tomándome de las mejillas. —Cámbiate y vete a casa —dijo.

—No —respondí de inmediato. —No, voy a trabajar.

—Minerva.

—No hagas que me vaya a casa, por favor —suplique y supongo que se dio cuenta de que si me iba a mi departamento, me pondría peor, porque estando allí sin hacer nada, en soledad, me haría pensar todas las malditas cosas que podían salir mal de aquí en adelante.

—Ve, yo me quedaré con ella hasta que se sienta mejor —nos interrumpió Dean. —Yo me quedaré con ella y por lo que más quieras, haz que esa mujer cierre la puta boca si no quiere vérselas conmigo.

Me sorprendí bastante escuchar a Dean tan enojado, pero supongo que le dio a entender a Pierce que si iba él, no la trataría amablemente y no quería hacer una escena en el restaurante.

Pecado con sabor a chocolate [+21] ©️ LIBRO 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora