CAPÍTULO CUARENTA Y SEIS

80.3K 5.9K 4K
                                    

DE TUS BRAZOS ME SOSTENGO





Cuando desperté la mañana del primero de enero, me costó un par de segundos ubicar en dónde demonios estaba, quién era yo y porqué no estaba en mi habitación, hasta que de repente, a pesar del constante y molesto bombeo en mi cabeza, todo me golpeó con fuerza.

Mierda.

Carajo.

La había cagado.

Minerva, tan poco aguantaste, tan malditamente débil eres, que caíste como una estúpida de nuevo con un par de sonrisas.

Me odiaba.

Me odiaba.

Me odiaba tanto, ¿que mierda había hecho? ¿Porque? ¿Porque?

Y me odie aún más cuando me di cuenta que estaba sola en la cama, ni rastros de Pierce, como siempre pasaba después de follar.

Me tapé la cara con las manos mientras me lamentaba para mis adentros. ¿Qué esperaba? ¿Qué cambiara? Por supuesto que no, no iba a hacerlo, no me amaba, no iba a enamorarse de m...

—Estas despierta —se escuchó una voz sacándome de mis pensamientos, mientras entraba a la habitación, cubierto con una bata blanca.

—Buen día —respondí, intentando sonreír aunque alucinada con lo increíble que se veía Voldemort por la mañana.

—Buen día —dijo, sonriendo y acercándose a la cama. —Y feliz año nuevo —agrego.

Me di cuenta en el momento en el que me sentaba y la sabana se caía dejando mi torso desnudo —apresurando a taparme cuando sus ojos se clavaron en mis pechos—, que traía con él un carrito con comida encima y que olía de maravilla.

Carraspeó y apartó los ojos cuando presione la sabana cerca, volviendo a taparme, porque de repente sentía vergüenza, a pesar de lo que había pasado la noche anterior entre nosotros y a decir verdad, no sabía muy bien cómo comportarme.

—Traje el desayuno —dijo al final.

Me sorprendió verlo lucir tan incómodo, como si no estuviera acostumbrado hacer esto por nadie y aquello no borro todos los errores que había cometido antes, sino que simplemente me hizo sentir bien y no usada.

—Muero de hambre —respondí, haciéndolo sonreír con alivio.

Pierce, a pesar de mis quejas, termino poniendo una bandeja llena de comida entre mis piernas, dejándome antes su camisa para que me ponga, porque, según sus palabras, terminaría comiéndome a mi como desayuno.

Mis mejillas se habían sonrojado y eso lo había divertido, pellizcando una de ellas y mirándome de una manera tan intensa que me hizo sentir extraña, como nunca antes me había sentido, porque de repente sentía que entre nosotros las cosas habían cambiado, ¿si para bien o para mal? No tengo idea, pero habían cambiado y en estos momentos, sinceramente no tenia ganas de hacerme preguntas que no podían tener respuesta, había decidido dejarme llevar y si podía dejarme llevar con él mirándome de la manera que lo hacía, besándome y tocándome de la forma que lo había hecho anoche, bienvenido sea.

Estaba cansada de luchar contra lo que sentía, contra los sentimientos que empezaban a nacer y por eso le sonreí en respuesta y comencé a hablar con él de nada y de todo, porque con Pierce siempre me había salido de esa manera, había veces incluso que me olvidaba de que ya no era Annalise, sino Minerva y comenzaba a contarle cosas de mi pasado, viajes que había hecho, cuáles eran los lugares que me habían encantado y cuáles no.

Le conté que mi sueño siempre había sido ir a Madrid, pero que cuando pude conocerlo, había sido con Harold y cualquier sueño que podría haber tenido por conocer aquel maravilloso lugar, se había eclipsado con la compañía.

Pecado con sabor a chocolate [+21] ©️ LIBRO 1Where stories live. Discover now