CAPÍTULO DIEZ

97.4K 8.6K 5.3K
                                    

¿QUÉ PUEDE SALIR MAL?




—Yo... —susurro, sin saber que decir, sin siquiera estar malditamente respirando.

—¿Tu? —Murmura él, con voz ronca.

¿Qué demonios se supone que vaya a decirle? No tengo idea, oh Dios, ¿por qué mierda termine aqui justamente? Demonios, demonios, va a despedirme, ¿cómo demonios termine metida en la ducha con él? Estoy a punto de largarme a llorar.

Pego un pequeño salto cuando sus dos enormes brazos se ponen a cada lado de mi cuerpo a la altura de mi cabeza, encerrándome.

—Corrígeme si me equivoco... —susurra él, acercando sus labios a mi oído para murmurar en él—, entraste aquí persiguiendo a tu amiga Isabella —susurra, mientras sus labios cepillan mi oído y yo aprieto aún más mis ojos cuando los latidos de mi corazón se vuelven erráticos—, quiero adivinar por tu expresión asustada cuando entraste aquí sin siquiera mirar, fue porque descubriste que cierta persona estaba haciéndole cierta cosa entre sus piernas, ¿verdad? — Murmura, recalcando la palabra "cierta" para no decir un cunnilingus. No respondo porque, ¿qué demonios se supone que voy a responderle, joder? —Dime Minerva, ¿estoy en lo cierto?

—Más o menos —me obligo a responder.

—¿Qué se me paso? —Susurra él, y por su tono adivino que está sonriendo, o por lo menos conteniéndose para no carcajearse o en el peor de los casos, comenzar a despotricar en mi contra.

—Pues... —comienzo diciendo, mientras me obligó a tomar aire profundamente—, entre aquí porque vi al señor Ross.

—¿Al señor Ross? —Pregunta con curiosidad.

—Me dio vergüenza que me viera en las duchas de hombres —digo, sintiéndome una idiota por como suena eso.

—¿Y no sientes vergüenza de estar aquí conmigo? —Agrega, sus labios nunca abandonando su escondite allí en mi oído. —Si sabes que estoy desnudo, ¿verdad?

—Por supuesto que lo sé —respondo medio con exasperación y nerviosismo.

—Solo confirmaba los hechos —responde él luego de largar una carcajada baja.

—¿Esto te parece divertido? —Pregunto, indignada.

—¿A ti no? —Responde con otra pregunta.

—No, no me parece divertido —digo, señalando lo obvio.

—No te pongas gruñona conmigo —dice él, sin dejar de sonar divertido como la mierda—, fuiste tú quien se coló en mi ducha.

—Yo no me colé en tu ducha —digo de repente, girándome con enojo para luego abrir los ojos como platos al darme cuenta de que está efectivamente, completamente desnudo.

Y mis pecaminosos ojos, de manera inevitable, bajan.

Y cuando lo hacen, se abren como nunca antes se habían abierto, pero oigan, sepan disculpar, soy una mujer de carne y hueso y Pierce es..., bueno, estoy segura de que él no es alguien de este mundo.

Cierro mis ojos con fuerza nuevamente cuando divisé algo plateado allí en su polla y me percato de lo que acabo de hacer.

Oh Dios, soy una persona desempleada desde ahora.

El agua nunca ha dejado de correr y yo me encuentro completamente empapada, con la ropa pegada a mi piel haciéndose incómoda.

De todas maneras cualquier rastro de raciocinio se esfuma cuando quiero volver a darme vuelta y Pierce no me lo permite, poniendo una mano en mi cintura para mantenerme en mi lugar.

Pecado con sabor a chocolate [+21] ©️ LIBRO 1Where stories live. Discover now