CAPÍTULO DIECIOCHO

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EN LA GUERRA Y EN LOS FOLLES DE UNA NOCHE, TODO SE VALE 





Golpeo el rostro de Pierce una y otra vez, izquierda, derecha, izquierda, derecha. No me detengo y lo hago una y otra vez sin descanso, concentrándome en el solo hecho de desfigurar esa hermosa cara que posee.

Tengo el rostro rojo por el esfuerzo que este ejercicio conlleva, siento el cabello que se desató de mi coleta pecado a mi nuca debido al sudor y la respiración me sale en jadeos entrecortados. Sin embargo no me detengo, porque si no canalizo de alguna manera toda la furia que tengo dentro, siento que de un momento a otro, voy a explotar.

No queremos que eso pase.

Así que golpeo el saco de boxeo, creyendo que es en realidad mi jefe, para apaciguar un poco los ánimos.

Hace cuarenta y cinco minutos que tuve una conversación con él, bueno en realidad fue más como un monólogo, porque él en realidad solo se dedicó a observarme con esa bonita cara de idiota, sin siquiera darme un puta explicación y a ver, no me malentiendan, no es como si quisiera una explicación en plan relación, sino simplemente quería escuchar algo así como: "Lo siento, he tenido una semana de mierda, la realidad es que me gusto como follamos, no eres tu, soy yo"

¿Entienden? ¿Tan difícil era aquello?

No conseguí nada cerca de aquella respuesta y aquello me frustro, así como tambien me hizo sentir una idiota, decepcionada conmigo misma, y sí, lo sé, no fue mi culpa, no hice nada malo, pero por más que yo sepa eso, por más que tu me lo digas, no va a cambiar el hecho de cómo me siento.

Asique para sentirme mejor, treinta minutos después de haberle soltado a Voldemort todo aquello en la cara, comencé a golpear el saco de box.

Cuando llegué al gimnasio —aquel en el que empezamos con Isa hace algunas semanas atrás—, ignore a mi instructor —aquel que me miraba con odio por querer coquetear con mi amiga y yo ser una horma en su pie—, que supongo entendió que hoy no estaba para que me torturara con sus chorradas y vine directamente a este sector vacío del gimnasio, me puse los primeros guantes que encontré —que apestaban a zorrillo, cabe destacar— y comencé a golpear el saco.

Debe ser que en algún momento pensé que me encontraba en una especie de lucha libre contra quien es mi jefe, porque comienzo a golpear el saco con todas mis extremidades, poniendo patadas, rodillazos, codazos, hasta que terminó empujando con todas mis fuerzas el saco y aunque en ese momento no me dé cuenta, estoy medio gritando como posesa, con los orificios nasales inflados, las mejillas al rojo fuego y una expresión de psicótica que hubiese asustado a cualquiera, y como no soy yo si no paso terribles penas, cuando quiero darme cuenta —y como si estuviera devolviendomela—, el saco de boxeo vuelve hacia mí con el impulso del empujón anterior y lejos de esperarmelo, termina golpeando con toda la parte delantera de mi rostro, pecho y abdomen, haciéndome prácticamente volar hacia atrás y hubiera sido un golpe graciosísimo, en serio, si yo hubiera visto que a alguien le pasara aquello, hubiera reído a carcajadas, de todas me paso a mi, y cuando estoy preparándome mentalmente para el golpe, terminó chocando contra un musculoso cuerpo, que envuelve los brazos alrededor de mi cintura, mientras nuestras piernas se enredan y terminamos cayendo al suelo, con la otra persona amortiguando el golpe.

Escucho su jadeo de dolor, mientras mi nariz choca contra su pecho, sintiendo el olor a sudor y suavizante, mezclado con un perfume caro.

—Lo siento, lo siento, lo siento —comienzo a decir sin parar, mientras pongo mis manos en su pecho para levantar un poco mi rostro.

Pecado con sabor a chocolate [+21] ©️ LIBRO 1Where stories live. Discover now