CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE

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DE AIRES NAVIDEÑOS




Navidad.

Navidad.

Dulce, dulce navidad...

¿Alguien más ama la navidad? Porque yo si, es la época del año que más me gusta.

Las luces cuelgan por toda la ciudad de Nueva York mientras la nieve manchada de tierra se acumula en las esquinas, manteniendo las veredas limpias.

Los villancicos suenan cada vez que la puerta de alguna cafetería se abre mientras que las luces navideñas —a pesar de ser de día—, se encuentran encendidas, danzando al ritmo ritmo navideño y ahora te preguntaras: ¿la navidad tiene ritmo? Pues si, uno que amo.

Miro la pantalla de mi teléfono nuevamente, ya que no a parado de vibrar en el bolsillo de mi tapado en la última hora.


Isabella a cambiado el nombre del grupo: "Santa Claus tiene vagina¨


—¿Sabes? —Murmura Dean, mirándome por el rabillo del ojo. —Ese grupo suyo me da miedo.

Me río, sin poder evitarlo.

A mi también me da miedo.

—Son solo Isa y Dante —murmuro, sin desenredar mi brazo del suyo mientras caminamos uno al lado del otro.

—Es por eso que da miedo —dice, haciéndome sonreír mientras vuelvo a clavar mis ojos en el teléfono nuevamente.


Isabella a cambiado el nombre del grupo: "Dante tiene un pene flácido¨


—Jesús —digo, sin poder evitarlo, volviendo a bloquear la pantalla mientras guardo el teléfono en mi bolsillo nuevamente.

—¿Vas a decirme dónde vamos? —Pregunta Dean nuevamente, pero no luce ansioso, sino es como si hablara para llenar el cómodo silencio.

—¿Ya compraste todos los regalos? —Pregunto en su lugar.

Él sonríe, por supuesto que lo hace, Dean siempre está sonriendo y si tengo que ser sincera, me encanta su sonrisa, mucho más de lo que quiero reconocer.

—Puede... —responde, con un encogimiento de hombros.

Ese puede me recuerda a la vez que le pregunte si le iba el sado. Sé que se da cuenta, porque cuando lo miro por el rabillo del ojo está sonriendo con picardía.

—Pues yo ya tengo tu regalo —murmuro, fingiendo distraerme con una vidriera, cuando me percato que es un Sex Shop vuelvo a caminar, mientras siento el cuerpo de Dean vibrar a mi lado, riéndose.

Idiota.

—No puedo imaginar que es —responde, negando con la cabeza. —Yo también tengo tu regalo —murmura después de un rato.

—¿Qué es? —Pregunto de inmediato, porque a diferencia de él, yo si soy muy ansiosa.

—No voy a decírtelo —dice él, como si fuera lo obvio y cuando me detengo y tironeó de su brazo para que él haga lo mismo y me mire fijamente, agrega: —No voy a decírtelo, deberás aguantarte.

—¿Y porque me dijiste que ya tenias mi regalo? —Refunfuño.

—Por que tu me dijiste que tenias el mío primero —responde con ironía.

Pecado con sabor a chocolate [+21] ©️ LIBRO 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora