CAPÍTULO TRES

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EL IMÁN DE LOS PROBLEMAS 



Si bien es mi primer día de trabajo, a decir verdad me sorprendo mucho encontrándome a mitad del salón preparando todo para el servicio de la noche y si tuviera que describirlo en una sola palabra, esa sería increíble.

El vestuario que me entregó la señora Katherine es negro, distinguiéndome así de los camareros de camisa blanca.

Isabella, como era de esperar, luce hermosa, con el cabello lacio a la espalda y un maquillaje sutil que enmarca sus delicadas facciones. Sin embargo, ya que es la imagen del restaurante va impecable con un sencillo y elegante vestido negro.

—Estas preciosa, Isa —murmuró, impresionada mientras ella trabaja concentrada en unos papeles a mi lado.

—Gracias, tú también —responde detallando la lista que lleva en la mano.

—Ni siquiera me he bañado hoy —respondo, haciendo que Isabella levante la mirada automáticamente y me mire con ojos entrecerrados—. Solo quería ver si me estabas escuchando —me defiendo con una sonrisa cómplice.

—Lo siento, es que odio estos eventos —farfulla con un suspiro a modo de confesión.

He tenido la oportunidad de hablar con ella nada más llegar al restaurante, estaba en los cambiadores cuando llegue, por lo que comenzamos a conversar y debo decir que parece amigable.

Luego tuve que comenzar a seguirla por todo el restaurante, aprovechando que Kate le había pedido que me enseñe como funcionaria todo. Isa no paro de disculparse en ningún momento, diciendo que me invitaría unas cervezas por lo que me había hecho pasar y por más que le repetí que no hacía falta, insistió y dijo que me haría saber cuando, sin dar lugar a la réplica.

—¿Por qué tanto revuelo? —Pregunto con curiosidad, mirando como todos lucen nerviosos a mi alrededor.

—Vendrá el senador con su nueva novia: su hijo es el mejor amigo de Greco, que por cierto, estará cocinando hoy —explica ella, advirtiéndome.

—Pobre, el que deba estar a su alrededor —me lamento, aunque sin dejar de sonreír.

—Eres mala —murmura con los ojos entrecerrados—, pero empiezas a entender las cosas —agrega antes de darse media vuelta cuando alguien llama su atención.

Si algo tengo que rescatar de trabajar en el horario de la noche es que exclusivamente está habilitada la zona del fondo, es decir, la zona VIP.

El restaurante se divide en dos zonas: ni bien entras, te encuentras con un salon que es un poco más amplio que el del fondo, las mesas son de un color marrón claro, revestidos con manteles rojos y si bien no deja de ser elegante, tampoco no deja de ser una zona para recibir a turistas apurados por continuar con sus recorridos en la ciudad, pero sin dejar de deleitarse con una maravillosa comida. 

Cuando llegué hace casi dos horas, me embebí de aquella imagen hasta el hartazgo, en realidad, hasta que Tatiana, la camarera que se comporta como una perra desde que me conoció —es decir desde hace unas dos horas y quince minutos—, murmuro que debía ponerme a hacer algo si no quería que me despidieran.

Sin embargo, mientras comenzaba a preparar la mise en place, observé a mi alrededor al detalle.

Hay mesas redondas en las que entran por lo menos diez comensales, así como también mesas pequeñas para solo dos que se encuentran un tanto alejadas para darle un toque más íntimo; en las esquinas hay unos sillones de cuero de color bordo y las luces son tenues, dándole un aire privado pintoresco.

Pecado con sabor a chocolate [+21] ©️ LIBRO 1Where stories live. Discover now