CAPÍTULO CUARENTA Y DOS

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BAJO LA NIEVE DE DICIEMBRE





La cena había sido larga.

Muy larga, pero había sobrevivido. Alyssa era una mujer simpática y más de una vez había tratado de llamar mi atención para conversar, sin embargo Isabella estaba ahí para siempre desviarla del tema para que le prestara atención a ella y no a mi.

Bendita sea Isabella.

Y les deseo de todo corazón, en verdad, que algún día puedan tener una amiga como ella, capaz de ir al mismísimo infierno por ustedes.

El que no debe ser nombrado también hizo su parte, trataba de que su..., lo que sea que ella fuera de él, se centrara en él y no en mi.

De todas maneras, si tengo que rescatar algo de la noche, es lo rica que estaba la comida, yo por supuesto me había encargado del postre que todos se encargaron de elogiar, el mousse de chocolate italiano con merengue y una salsa de fresas me había quedado increíble.

Lastima que los sabores me supieron amargos.

Bueno, en eso miento, lo disfrute, el chocolate en mi sistema fue como un bálsamo con sabor a orgasmo y sí, sé que exagero, pero me gusta muchísimo el chocolate.

¿En que estábamos? A, si...

—¿Qué coño le compraste a Pierce? —Siseo Isabella a mi lado.

El plan deberíamos llevarlo a cabo si o si, no había manera en el jodido mundo de que el paquete que había comprado para él llegara a sus manos con Alyssa a su lado.

De ninguna maldita manera.

Mierda.

—No quieres saberlo —respondí, sin embargo no la miraba, no podía, me moría de vergüenza.

—Minerva... —siseó nuevamente. —¿Qué voy a darle a Xander?

—¿Qué voy a darle a Voldemort? —Pregunte en su lugar.

—No quieres saberlo —respondió ella, apartando la mirada.

—¿Es algo..., tú sabes, sexual? —Murmure con vergüenza.

—No —dijo ella, mirándome fijamente y las mejillas de manera inevitable se me colorearon. —Lo de Xander será sexual, ¿verdad?

—Depende... —respondí, haciéndome la loca.

—¿De qué depende?

—De cómo lo veas.

—¿De cómo vea que, Minerva? —Pregunto, perdiendo la paciencia.

—De a lo que tu consideres sexual —respondí luego de darle un gran trago a mi vino.

Estaba exquisito, por cierto.

—Xander todo lo considera sexual —respondió ella con los dientes apretados.

Y si, tenia razón.

—Te deberé un favor grandísimo —dije, tomándola de las manos, bueno de una, porque con la otra sostenía mi vino y no había manera en el mundo que lo soltara.

Él y yo nos habíamos convertido en uno.

—No te emborraches —murmuro ella, mirando mi copa medio vacía.

O medio llena, dependiendo de donde lo veas, a mi sinceramente ya me daba lo mismo.

—No puedes pedirme eso —dije en su lugar.

—No hagas ninguna idiotez —farfullo en su lugar.

—No puedes pedirme eso tampoco —dije, rodando los ojos.

Pecado con sabor a chocolate [+21] ©️ LIBRO 1Where stories live. Discover now