XXIV

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–¿Kakashi-sensei?

El único ojo visible del peli-blanco parado frente a mí se abrió con exageración. Se tomó unos segundos para analizar mi rostro y después relajó su expresión.

–¡Oh! Tú debes ser Satō... Lo lamento, no conozco tu nombre.

–Yuriko. Yuriko Satō, señor.

Por obvias razones no pude ver la sonrisa que esbozó debajo de la peculiar máscara azul oscuro, pero sí logré percibir claramente la forma en que su ojo se achinaba con ternura.

–¡Ah, ah! De acuerdo, Yuriko... Tu labio está sangrando y tu piel se ve algo pálida... ¿Estás bien? ¿Debería preocuparme por...?

–¡¿Por qué rayos sigues aquí, Hatake?! Alguien podría ver...

La oración de la rubia quedó en el aire. Apenas asomó su cabeza por la puerta y me vió a los ojos, dejó de hablar. Yo me mantuve lo más serena que pude. Sabía perfectamente lo que todo eso significaba, pero lo último que deseaba era incomodar a ambos jonins presentes.

El silencio incómodo no duró mucho.

–Eh... Bueno, eso fue lo que Tsunade-sama quería que te dijera, Hatsumi. Ahora me voy. ¡Adiós, Yuriko! Deberías poner hielo en tu labio, así no se hinchará. Nos vemos.

De un momento a otro y sin siquiera dejarnos articular palabra, Kakashi-sensei desapareció de nuestra vista.

–Oh, así que era eso... No es que haya pensado otra cosa, pero aún así fue un poco extraño ver... ¿Sensei?

Hatsumi-sensei ya no estaba al alcance de mi vista. La puerta seguía abierta, pero ella no estaba cerca.

–¿Sensei?

No hubo respuesta. Tragué saliva, me saqué los zapatos y entré en la casa.

–¿Está bien si paso? Lamento haber venido sin avisar, es solo que... Oh...

Corté mi voz inconscientemente cuando ví a mi maestra recostada boca arriba en el piso. Apretaba su chaleco de jonin contra su cara y respiraba con fuerza.

Yo sabía lo que estaba sucediendo. Pero no tenía la intención de mencionar el tema. No es que no sintiera curiosidad, simplemente no era de mi incumbencia y debía respetar la privacidad de otros.

En el momento no pude evitar pensar que si Mako hubiera estado ahí, otra historia sería.

–Veo que no se encuentra muy bien... Volveré después. Me disculpo de nuevo por haber venido sin avisar. Nos vemos.

Me di la vuelta y de inmediato comencé a caminar hacia la salida.

–Ya lo sabes, ¿Verdad?

Dejé de caminar. En realidad no quería hablar del tema, pero ya no había vuelta atrás.

–Sí, supongo. Pero no tenemos que hablar de...

–No, está bien. Siéntate, Satō. Hablemos.

Me giré hacia ella. Ya se había incorporado y quitado la prenda de su cara. Me senté frente a ella y traté de disimular mi asombro al ver sus mejillas tan sonrojadas y sus pupilas tan notablemente dilatadas.

–¿Qué crees que fue eso, Satō?

–¿Perdón?

–¿Cuál es tu teoría de lo que pasa entre Hatake y yo?

–Uhm... Ustedes son... ¿Pareja?

La rubia negó con la cabeza.

–No, no, no. Pero no te culpo por pensarlo, es lo que cualquiera asumiría –suspiró, tomó uno de sus largos mechones entre sus manos y dirigió toda su atención a esa acción tan infantil–. Verás, él... Fue la primera persona a la que amé.

𝑓𝑙𝑜𝑟 𝑑𝑒 𝑙𝑜𝑡𝑜 [𝗻𝗲𝗷𝗶 𝗵𝘆𝘂𝗴𝗮] ハスの花Where stories live. Discover now