XXI

474 73 46
                                    

El sonido de mi propia respiración agitada me impedía escuchar algo más allá de eso. Sabía que la mujer rubia frente a mí estaba hablando solo porque veía sus labios moverse, pero en realidad no podía oír ni una de las palabras que estaba articulando. Como no quería que se enfadara conmigo una vez más, mantuve mis ojos sobre los suyos y asentía con la cabeza de vez en cuando para hacerla creer que la estaba escuchando. Y funcionó por un momento, pero después la vi acercarse a pasos agigantados. Traté de retroceder, pero cuando menos lo pensé, Hatsumi-sensei ya estaba sacudiendo mis hombros con una fuerza descomunal que me sacudió los pensamientos también.

-¡Satō! ¡Satō! ¿Me escuchas?

-S-sí, sí -respondí y me liberé de su agarre inmediatamente-. Estoy bien, puedo continuar.

Hatsumi-sensei soltó una carcajada que me descolocó por completo.

-No, eso fue todo por hoy. Ve a casa, Satō.

-¿Qué? Pero... ¡Pero no es suficiente! Puedo continuar, sensei.

La rubia negó con la cabeza, se dió la vuelta y comenzó a caminar hacia la aldea.

-Vámonos ya. Te compraré sushi: hoy estoy de buen humor.

Negué con la cabeza aún cuando ella no podía verme.

-¡Quiero quedarme a entrenar!

Hatsumi-sensei detuvo su andar. Después de quedarse quieta por un momento, se volvió hacia mí y se acercó lo suficiente para alcanzarme con su brazo.

-Hagamos un trato, Satō. Si tú puedes mantenerte de pie por cinco segundos, me quedaré a entrenar contigo. Pero si pierdes, te irás a casa y suspenderemos los entrenamientos por una semana entera.

No dudé en aceptar su oferta.

-Mala elección -murmuró, para luego acercar la palma de su mano izquierda a mi pecho, empujarme con la fuerza de un niño de 7 años y derribarme con una facilidad abrumadora.

Me incorporé tan pronto como pude y la miré a los ojos. Observándola desde el suelo, Hatsumi-sensei parecía mucho más intimidante que de costumbre. Pero no planeaba rendirme tan fácilmente.

-Sensei, por favor...

-No te excedas, Satō. Es una orden.

Dicho eso, se dió la vuelta y desapareció de mi vista.

Resignada ante mi reciente derrota, volví a dejarme caer sobre el césped. La verdad es que estaba tan cansada, que apenas y podía mover mis piernas. Realmente no era una gran admiradora de los entrenamientos, pero, desafortunadamente, eran la única manera en que podía matar el tiempo en aquel entonces.

Era época de otoño. Habían pasado ya ocho meses desde que Mako y Kai habían dejado la aldea, y aún no había logrado acostumbrarme a su ausencia.  Todo parecía muy gris y silencioso sin ellos, así que por lo general trataba de mantenerme ocupada para evitar notar ese vacío abrumador que me envolvía; cuando no entrenaba, hacía de niñera. Cuando no hacía de niñera, paseaba cachorros. Cuando no paseaba cachorros, arreglaba el jardín de casa. Cuando no arreglaba el jardín, visitaba a Ino. Si Ino no estaba disponible, buscaba a Tenten. Aunque ésta última siempre estaba con Lee y Neji, lo cual era mitad bueno y mitad malo. Pero eso no me importaba mucho. Estaba dispuesta a aceptar cualquier cosa que me distrajera de mi lamentable realidad.

Pero no todo era malo. Mi casa había sido restituida, mi familia había vuelto de Sunagakure con una pequeña persona más, había una nueva Hokage en la aldea y Lee se había recuperado adecuadamente de su cirugía. No estaba tan mal, pero el vacío que habían dejado mis dos amigos seguía ahí.

𝑓𝑙𝑜𝑟 𝑑𝑒 𝑙𝑜𝑡𝑜 [𝗻𝗲𝗷𝗶 𝗵𝘆𝘂𝗴𝗮] ハスの花Donde viven las historias. Descúbrelo ahora