XIX

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La época de reconstrucción de la aldea fue, probablemente, en la que experimenté la mayor cantidad de cambios en mi vida. Con sólo decir eso creo que queda bastante claro que no la pasé del todo bien.

Comenzaré explicando el hecho de mayor pesadez que nos oprimía a todos: la muerte del tercer hokage. Yo no sabía demasiado sobre el tema, de hecho, con todo el asunto de mi pequeña e inoportuna contusión cerebral no pude estar al tanto de lo que ocurría a mi alrededor. Fue Mako, por supuesto, quien me lo dijo todo cuando hube salido del hospital.

Cruzó la vieja puerta de madera de la casa de mis abuelos -donde mi padre y yo estaríamos viviendo temporalmente hasta que mi hogar fuera restituido-, se quitó los zapatos, me dio los buenos días y se sentó sobre la alfombra roja en la sala de estar. Todo eso sin siquiera dirigirme una mirada.

-Eh... ¿hola? -expresé, innegablemente consternada por su extraño comportamiento.

-Hola -respondió en seco, aún sin mirarme-. Hay... hay algo que debo decirte. Seguro que tu padre no lo ha mencionado, imagino que para ellos no es de gran importancia.

Imité su acción y me senté sobre la alfombra, justo frente a él.

-Oh, bueno... en realidad, acabo de salir del hospital y no lo he visto. Está muy ocupado con la recons...

-¡EL TERCER HOKAGE HA MUERTO!

Dejé mi oración en el aire y abrí los ojos de par en par. Eso de verdad que no me lo esperaba.

-¿Q-Qué?

Mako me miró a los ojos por un par de segundos y volvió a desviar la mirada de inmediato.

-Volviste a perderte de todo por estar dormida en el hospital. Hubo un funeral y todos mostramos nuestro respeto a tan increíble ninja. Fue algo difícil de asimilar, pero así son las cosas ahora.

En ese instante sentí una crisis de ansiedad viniendo. El sudor en las manos no tardó mucho en aparecer y el ritmo de mis latidos comenzaba a acelerarse un poco. No sabría decir si la razón principal de mi angustia era porque sabía que la aldea estaría desprotegida o por el sinfín de cambios que eso implicaría. Sin embargo, de lo que sí estaba segura, era de que ya estaba cansada de perderme de las cosas importantes por el único y simple hecho de que me era imposible controlar mis emociones. Era meramente confuso y frustrante saber que no mucho tiempo atrás yo era perfectamente capaz de mantenerme en mis cinco sentidos sin importar la gravedad del asunto al que me enfrentara. Entonces, ¿Por qué ya no era así? ¿Qué había cambiado? Eso no lo sabía, pero estaba dispuesta a recuperar el control que tanto hacía falta en mi vida.

Odiaba ser una carga. Odiaba ser débil. Odiaba que me tuvieran lástima. Odiaba que las personas temieran darme malas noticias por la forma en que yo podría reaccionar. Ya estaba enferma de eso.

Me dispuse a recuperar lo que me pertenecía. Aunque, claro, era mucho más fácil decirlo que hacerlo.

Con bastante dificultad me tragué el nudo que se había formado en mi garganta y levanté la mirada hacia Mako, cuyos ojos azules solo podían expresar preocupación.

-Entiendo -contesté, esta vez con un tono de voz mucho más grave que el de mi timbre original. Mako alzó una ceja.

-¿Entiendes?

-Sí, entiendo. Adivino que el tercer hokage murió protegiéndonos, ¿no es así?

-Sí.

-¿Qué hay de Orochimaru?

La expresión en el rostro del castaño se tornó indescifrable. No era tristeza, ni preocupación. Llegué a pensar que estaba contento, pero lo descarté enseguida al darme cuenta de lo tétrico que eso sería.

𝑓𝑙𝑜𝑟 𝑑𝑒 𝑙𝑜𝑡𝑜 [𝗻𝗲𝗷𝗶 𝗵𝘆𝘂𝗴𝗮] ハスの花Where stories live. Discover now