I

4.3K 217 30
                                    

-Diablos, muero de hambre

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

-Diablos, muero de hambre.

-Todos lo hacemos. Deja de ser tan egoísta, Kai.

-No soy egoísta. De hecho, estaría dispuesto a sacrificarme para que ustedes coman mis órganos.

-Eso es asqueroso. Muy asqueroso.

-No lo es, Mako. Es honorable.

-¿Honorable? ¿Le llamas honorable al canibalismo?

-¡No era literal! Mi punto es... Sabes cuál es mi punto.

-No, no lo sé. Realmente no lo sé.

-Kai, ¿estás diciendo que darías la vida por nosotros? -le pregunté. Él dijo que sí y Mako y yo nos sorprendimos muchísimo.

Dar la vida por alguien. Escuchar esas palabras salir de la boca de Kai lo hacía parecer muy fácil, pero no lo era. Llevaba conociéndolo por poco más de un año, y en todo ese tiempo había notado que él era una persona que empatizaba mucho con las personas. Solía dejar que lo lastimaran con tal de que otros, sin importar que fueran desconocidos, no salieran lastimados. Y eso estaba bien, pero, ¿renunciar por completo a tus aspiraciones y sueños por alguien más? Por lo menos a mí me pareció algo muy poco racional y deduje que él simplemente lo había dicho sin pensar.

Esa tarde desempeñamos un excelente trabajo en nuestra misión de categoría D. Se trataba de algo tan simple como escoltar a un granjero con alucinaciones hasta un pequeño pueblo a las afueras de Konohagakure. Aún así, el desgaste físico que nos exigió aquel hombre que abrazaba árboles pensando que eran personas fue mayor del que esperábamos y ninguno de nosotros llevó un almuerzo preparado para la misión. Nuestro ego indomable y nuestras ganas de probar nuestro valor nos hacía olvidarnos de cosas importantes como comer muy a menudo.

-Debo admitir que su trabajo en equipo ha mejorado mucho -comentó Hatsumi-sensei, que caminaba un par de metros delante de nosotros con su largo cabello rubio meneándose con el aire.

-No ha sido fácil- respondió Kai-. Estos dos eran duros como piedras al principio. Pero creo que ahora que somos más unidos nos irá muy bien en los exámenes chuunin.

Mako estuvo de acuerdo. Yo, no del todo. Por el resto del camino me cuestioné si las cosas realmente iban a funcionar. Había escuchado que esos exámenes eran muy difíciles y el trabajo en equipo era esencial para aprobarlos. Pero la confianza en mi equipo tenía sus puntos débiles, lo cual me causaba un poco de angustia.

Apenas llegamos a la aldea, me despedí brevemente de ellos y tomé el camino más corto para llegar a mi hogar. Me invitaron a comer en casa de Mako para celebrar el éxito de la misión, pero yo solo quería alejarme un poco de ellos. Me costó mucho decirles que no, pero al final lo entendieron.

Mientras caminaba por las pobladas calles de Konoha noté que las personas emitían la misma aura sofocante de siempre y tuve la sensación de no haberme ido de ahí esa tarde, pues todo seguía exactamente igual. Eso me frustró bastante.

Recuerdo haber llegado a casa con una expresión horrible en la cara. Mi padre me saludó y mi madre me sirvió la cena. Ninguno dijo algo acerca de mi estado de humor, pues era algo que ellos consideraban "gajes del oficio" al ser un ninja, la cual era una de las tantas razones por las que no se involucraban mucho en esos asuntos y se enfocaban en sus vidas mundanas.

Mi hermano Hiroshi estaba de visita y me preguntó sobre mi misión.

"Salió bien", le respondí. Luego le pregunté por su esposa. "Está sobrellevando muy bien su embarazo", dijo sonriendo.

Esa tarde terminé mi cena y luego me di una ducha. Me encerré en mi habitación y comencé a preguntarme a mí misma qué haría al día siguiente. En ese tiempo era apenas un genin tratando de aprovechar al máximo el año que Hatsumi-sensei nos dio para entrenar antes de presentar el examen chuunin. Estaba tan obsesionada con mejorar mis habilidades como kunoichi, que me desvanecía del presente por pensar demasiado en el futuro. Pero fue gracias a él que dejé de hacerlo.

Me desperté muy temprano al día siguiente. La noche anterior me había percatado de que tenía mucho sin entrenar por la mañana, así que decidí volver a intentarlo; salirme un poco de la rutina parecía lo más viable para deshacerme de las frustraciones del día anterior.

Salí de casa sin ser detectada por mis padres. En realidad no habría diferencia si lo hubieran hecho; por lo general pensaban que salía para "jugar a ser ninja". No es que no les agradaran, simplemente no se identificaban mucho con ellos.

-Estoy muy agradecido con los shinobi por proteger la aldea -había dicho mi padre-. Pero yo no sería capaz de dar mi vida por esa causa. Supongo que no soy tan valiente como ellos.

Las calles no estaban del todo desiertas cuando salí. Encontré a una o dos personas caminando y a otros abriendo sus negocios.
Me dirigí hacia el campo de entrenamiento más cercano. No me gustaba adentrarme mucho en él cuando estaba sola, y esa mañana no fue diferente en ese aspecto.

Lo que sí fue inesperado fue el notar la presencia de alguien que se escondía entre los árboles. Recuerdo haber tomado un par de shurikens entre mis dedos y lanzarlas al intruso, fallando terriblemente en el intento.

-Buen intento, pero no hay nada que este ninja talentoso no pueda esquivar.

Reconocí esa voz al instante. Pertenecía al niño que jamás se rendía. El chico que, a pesar de tener nulas habilidades en ninjutsu y genjutsu, no dejaba de gritar que no se rendiría y que seguiría los pasos de su sensei.

•••

𝑓𝑙𝑜𝑟 𝑑𝑒 𝑙𝑜𝑡𝑜 [𝗻𝗲𝗷𝗶 𝗵𝘆𝘂𝗴𝗮] ハスの花Donde viven las historias. Descúbrelo ahora