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Narcissa observó a su primo con preocupación. El ojigris se veía pálido y ojeroso. Se removía incómodo en su cama con sus párpados apretados, como si estuviera teniendo una pesadilla, soltando quejidos por lo bajo.

Y el hecho de que su primo Sirius estuviera en la misma situación no la reconfortaba en lo absoluto. Odiaba no poder ayudarlos, o al menos comprender lo que sucedía.

La mayor de los Potter seguía desaparecida, y aunque Dumbledore y la Orden hacían lo que podían para encontrarla nadie tenía ni una pista de su posible paradero.

Harry había vuelto con los Dursley, quienes habían amenazado con denunciar a Dumbledore por haber descuidado a su sobrina, aunque Harry, en un estallido de furia y tristeza, les había gritado que no les importaba su hermana en lo absoluto.

Como madre, a Narcissa le angustiaba dejar que Harry pasara los veranos con esas personas sabiendo lo que eran y cómo habían tratado a los Potter, pero también comprendía las razones de Dumbledore para enviarlo con ellos. Aunque el sentimiento de culpabilidad no se iba; Harry estaba desesperado por noticias de su hermana y la casa de sus tíos no era el mejor lugar para él en ese momento.

Colocó un paño húmedo con agua fría en la frente de su primo, y por unos momentos tuvo una regresión a la infancia. Nadie cuidaba de ellos cuando eran pequeños. Bellatrix nunca tuvo la posibilidad de tener una infancia normal, puesto que cuando Andrómeda y Narcissa eran niñas ella asumió el papel de madre para ellas, y cuando se fue a Hogwarts, eran Andrómeda y Narcissa quienes cuidaban de Sirius y Regulus. Por esa razón, Narcissa no culpaba a su hermana por las malas decisiones que había tomado.

Regulus se removió en la cama y tomó la mano de su prima.

—Cissy —sollozó. Narcissa acarició su cabello. Volvía a ser el pequeño Regulus que tenía pesadillas cuando dormía en la oscuridad y le rogaba dormir con ella—. Está en peligro.

—Tranquilo, Reggie.

—Cissy, ella... ella está... perdida.

—La encontraremos —le dijo a su primo, con la intención de calmarlo. Sin embargo, el morocho no prestaba atención a sus palabras. 

Seguía balbuceando cosas inentendibles, llamando el nombre de la pelirroja, cuando su hermano mayor entró a la habitación.

—Sirius, deberías estar descansando —lo regañó Narcissa, acercándose a él para asegurarse que estuviera bien. Sirius se deshizo de su agarre, pero aceptó sentarse en el silla que antes ocupaba ella—. ¿Qué haces aquí? Y más vale que tengas una buena excusa.

Sirius sonrió vagamente mientras su prima tomaba su temperatura distraídamente.

—Creo que sé dónde está Phoebe, Cissy —susurró, asegurándose de que nadie escuche—. Creo que está en el pasado.

Durante unos segundos, creyó que su prima no iba a responderle, o le diría que estaba loco, pero la rubia apretó su hombro sin quitar la mirada de encima de Regulus. Sus ojos seguían cerrados y había dejado de removerse en la cama, pero su cuerpo aún temblaba.

—Sus recuerdos están cambiando —susurró Narcissa. Sirius asintió.

—No puedo retener ninguno, pero sé que está interfiriendo en nuestras vidas, más en la de Regulus, es por eso que le afecta tanto —explicó Sirius—. Pero hay un recuerdo que no deja de aparecer en mi mente. Es Phoebe, Regulus y... Addy.

Narcissa volteó bruscamente para mirarlo. Recordaba perfectamente a Adelaide Evans. Había sido seleccionada para Slytherin cuando ella estaba en séptimo, recordaba perfectamente el miedo en sus ojos aunque intentaba ocultarlo. Durante su primer año la había protegido de los alumnos mayores que se metían con ella, nadie comprendía la razón. Ni siquiera ella sabía porqué la protegía, sólo sabía que algo en Adelaide le recordaba vagamente a cómo era ella de pequeña.

Nunca se imaginó que su primo iba a terminar enamorado de ella, sobre todo considerando que él creía en la supremacía de la sangre y ella era nacida de muggles.

Decir que no se había entristecido cuando se enteró que su hermana la había matado sería mentir. El simple hecho de pensar en lo mal que seguramente estaba su primo la había destruido. Ambos se merecían ser felices.

—¿Alguien les contó a Phoebe y Harry sobre su tía? —preguntó la mayor.

—No —respondió Sirius. Narcissa levantó su mano y le dio un golpe en la parte trasera de la cabeza—. ¡Ay, Cissy!

—Son todos unos idiotas —espetó enojadan—. Los niños tienen derecho a saber sobre ella.

—Phoebe ya sabe sobre ella ahora —masculló Sirius—. Cissy...

—Intentará cambiar el futuro. Creará desastres.

(...)

Ya era imposible negarlo. James sabía que algo malo ocurría con su hija, la notaba distante y pensativa todo el tiempo, y si debía ser honesto lo estaba volviendo loco.

Sus amigos notaban los contantes cambios de humor en la adolescente, pero a pesar de todas los intentos por hacerla hablar, Phoebe apenas hablaba con Adelaide, y solo porque compartían clases. La castaña comprendió que aquel era un tema del que su sobrina no quería hablar, y por mucha curiosidad que tuviera, ella iba a respetar eso.

Aquel lunes, en clase de Pociones, Phoebe estaba con su tía y con Regulus en primera fila, escuchando con aburrimiento al profesor Slughorn hablar sobre la poción Amortentia.

—Señorita Potter —llamó el profesor—. ¿Quiere acercarse y decirme a qué huele su Amortentia?

Ella se removió incómoda en su lugar.

—No, gracias.

—No era pregunta.

Phoebe gruñó algo por lo bajo que sólo entendió Adelaide y se acercó al caldero donde la poción estaba. Olfateó levemente y suspiró, reconociendo los olores enseguida.

—Menta, tabaco y limón —respondió avergonzada, pero sin permitir que sus compañeros lo noten.

Cuando volvió a su sitio, no miró ni a Adelaide ni a Regulus. Aquel olor le había hecho recordar todos los momentos que había pasado con Regulus, pasaban por su cabeza como si se tratara de una película romántica. Sus nervios se debían a que sabía lo bien que Regulus manejaba la Legeremancia y temía que se metiera en su cabeza. Nadie le había enseñado Oclumancia, así que cuando notó la mirada de Regulus sobre ella convirtió su mente en un torbellino de pensamientos, aunque tarde se dio cuenta que cometió un pequeño error: la mayoría de sus pensamientos eran recuerdos, y todos de su vida en el futuro.

Dudaba que si Regulus se había metido en su cabeza, dejara pasar aquello.

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Está cortito, perdonen :(

Tengo mi teléfono roto otra vez, así que no sé con cuánta frecuencia voy a poder actualizar, probablemente tarde un poco porque recién el viernes voy a llevar mi computadora a arreglar. Mañana llevo el teléfono, pero la última vez estuvo meses jajd

Pequeño consejo: NO SE COMPREN UN TELÉFONO ALCATEL ahre

En fin, voy a intentar actualizar lo más rápido posible, las amo

Sixteen [Regulus Black]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora