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Bellatrix, Rodolphus y un par de sus secuaces ataron a los adolescentes y se los llevaron sin desperdiciar mucho tiempo.

Los Lestrange se habían pasado todo el viaje de ida a Grimmauld Place diciéndoles todas las maneras en las que los iban a torturar cuando llegaran, poniéndolos incómodos.

Phoebe rogara por que Dumbledore se diera cuenta de su secuestro y tuviera un plan bajo la manga para rescatarlos. Los Lestrange habían llevado a los adolescentes de aquí para allá, probablemente para despistar a cualquiera que pudiera estar siguiéndolos.

Finalmente, aparecieron en el medio de una calle que Phoebe reconoció enseguida, igual que Harry, Draco y los hermanos Black. La casa número doce estaba ahí, igual de grande e imponente que siempre pero menos sucia y descuidada que en su tiempo. Por la mirada en los rostros de las Evans, James y Remus, Phoebe supo que ellos también podían verla. Sirius y Regulus les habían revelado la ubicación de la casa con anterioridad.

Phoebe sintió un tirón en su brazo. Bellatrix jalaba su brazo y el de Adelaide, forzándolas a caminar hacia la entrada, pero la pelirroja intentó resistirse. Bellatrix soltó a Adelaide para sacar su varita y apuntarla hacia Phoebe, causándole el dolor de mil agujas calientes penetrando en su piel. A Phoebe no le costó reconocer que la mujer estaba utilizando la maldición Cruciatus en ella, pero no gritó, no le iba a dar esa satisfacción.

James se sacudió para ir hacia su hija, pero Rodolphus colocó su varita en su cuello.

—Dame una razón.

—Basta, Rodolphus —ordenó su esposa.

El hombre miró a James unos segundos con desafío, esperando que el muchacho hiciera algún movimiento. Cuando él no lo hizo, todos los mortífagos comenzaron a arrastrar a los adolescentes hacia la gran casa, asegurándose de que ningún vecino chismoso los haya visto.

Phoebe se preguntó si aquella señora cotilla que vivía en el número 16 en su tiempo ya estaba ahí para ese momento. La pelirroja solía verla espiarlos desde su ventana cuando llegó a vivir a Grimmauld Place. Esa señora era una de las chismosas del barrio, la otra era la misma Phoebe. Si aprendió algo de su tía Petunia, era que espiar a los vecinos era más interesante que los programas que solía mirar su primo Dudley.

Los mortífagos lanzaron a los chicos al suelo cuando entraron a la casa. Todo era igual a como Phoebe lo recordaba, solo que más limpio.

Se oyeron algunos pasos y voces acercándose a ellos, hasta que la sala estuvo casi lleno de gente. Delante de ellos, un hombre y una mujer los miraban desde arriba. En su época, Phoebe supuso que habían sido muy elegantes e intimidantes, pero en ese momento tenían un aspecto enfermizo. Walburga Black miró a sus hijos con puro odio, mientras que la mirada de Orión era de decepción.

Sixteen [Regulus Black]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora