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Seguramente, cualquier persona cuerda evitaría esa situación a toda costa, pero James Potter había aceptado que su hija no era exactamente una persona cuerda.

Tal vez habían sido los meses encerrada en la casa de los Black, hablando con el cuadro de Walburga Black como si fuera una persona más. Tal vez fueron las torturas en el Ministerio que le quemaron las neuronas. O tal vez él la había dejado caer de bebé por la escalera.

Intentaba encontrarle una explicación razonable, pero simplemente no parecía tener sentido.

Sin embargo, allí estaba Phoebe, comportándose de manera muy melosa con Rabastan, el mejor amigo de su ex novio y el mortífago que la torturó. Intentaba comprenderla, después de todo la chica estaba a punto de enfrentarse a un mago tenebroso, tal vez solo quería ser una adolescente durante el tiempo que pudiera, y aquello incluía tener una aventura, por más que le desagradaba el simple hecho de pensarlo.

Caminó con rapidez hacia ellos y tomó a su hija del brazo para alejarla del Slytherin.

—Camina. Tengo que hablar contigo.

—No hace falta que la agarres así, Potter —espetó Rabastan.

—Tú no te metas, Lestrange.

—¡Hey! —exclamó Phoebe, deshaciéndose de su agarre—. Cálmate, ¿quieres? Tenemos demasiado encima nuestro como para encima ponernos a pelear entre nosotros.

James hizo una mueca de molestia, pero no refutó nada. Phoebe era igual de perseverante que él, pero tenía un temperamento muy parecido al de su madre, no quería hacerla enfadar.

Rabastan sonrió de manera muy Slytherin, con prepotencia. James hizo una mueca al verlo sentarse en el marco de la ventana, pasar un brazo por la cintura de su hija y acercarla a él.

—Cualquier cosa que quieras decirle, puedes hablarlo enfrente mío.

Phoebe rodó los ojos y se deshizo de su agarre.

—¿Qué sucede, papá?

James se olvidó de su enojo al oírla, como solía pasar cada vez que la oía llamarlo de esa manera. No sabía cómo había pasado, pero la idea de ser padre lo tenía fascinado.

—Hablé con Dumbledore —le dijo y suspiró—. Quiere hablar con nosotros. Es sobre los Horrocruxes.

Phoebe miró a Rabastan, confundida, y los tres fueron hacia la oficina de Dumbledore, donde el resto de los chicos los esperaban. Phoebe se colocó al lado de su hermano y tomó su mano.

—Como quedamos, señorita Potter, yo me dedicaré a buscar los Horrocruxes —le dijo Dumbledore al verla. Ninguno de los dos parecía querer pasar mucho tiempo junto al otro—. Por ahora, tengo una pista de uno de ellos. El anillo que pertenecía a su familia —Phoebe asintió—. ¿Se le ocurre otro?

—Su diario es uno, Harry lo destruyó en segundo con el diente de un basilisco. Ahora lo debe tener Lucius Malfoy —le dijo y luego miró a Regulus unos segundos—. Considerando que el primer Horrocrux encontrado fue el guardapelo de Slytherin, tal vez otro Horrocrux puede ser otra reliquia de los fundadores.

—La diadema de Rowena Ravenclaw —opinó Lily.

—La copa de Helga Hufflepuff —siguió su hermana.

—La copa —susurró Regulus. Rabastan lo miró—. Está en la bóveda de Bellatrix.

—¿Cómo lo sabes?

—Antes de comenzar este año, Bellatrix ya estaba obsesionada con Voldemort. Ella y Rodolphus nos llevaron a Rabastan y a mí a su bóveda y nos dijeron que el Señor Oscuro les había dado algo para que cuide porque confiaba en ellos y esperaban que pudiera confiar en nosotros —explicó a Sirius—. Era una copa.

Sixteen [Regulus Black]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora