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Phoebe salió de la oficina de Dumbledore y se dirigió directamente hacia la Sala de Menesteres. Necesitaba estar sola y pensar sobre lo que había pasado. Odiaba no haber tenido la oportunidad de vengarse por todo lo que Voldemort le hizo, pero a la misma vez no podía evitar preguntarse si quizás Dumbledore estaba en lo correcto.

Acabar con la vida de alguien no era algo que se podía tomar a la ligera. Incluso si se trataba de un ser cruel y despreciable como lo era Voldemort. Ella nunca había hecho ni siquiera un poco de daño hasta su último encuentro con Bellatrix.

Salió de sus pensamientos cuando entró a La Sala de Menesteres. Resultó ser que no estaba vacía como ella creyó que estaría. Los ojos verdes de Rabastan la recibieron, dedicándole una sonrisa un poco cansada pero alegre.

Phoebe soltó un suspiro de alivio y se acercó a él sin dudarlo, pasando sus delgados brazos por los hombros del muchacho.

—Estás bien —susurró. Él la tomó de la cintura y la alejó unos centímetros para mirarla.

—Estoy bien, Phoe —aseguró—. ¿Cómo estás tú?

—¿Ya todo terminó? —preguntó la pelirroja. Necesitaba una confirmación.

Rabastan sonrió y asintió, sin soltarla.

—Rodolphus y Bellatrix están en Azkaban junto a la mayoría de los mortífagos. Narcissa y Lucius consiguieron el perdón del Ministerio, así que Draco va a nacer y tendrá una infancia normal —le comunicó, acariciando su cabello—. Sé que tú querías encargarte de Voldemort, pero estoy muy feliz de que no lo hayas hecho.

Phoebe asintió y acarició las mejillas del ojiverde, sonriendo con cariño. Ambos sabían que no les quedaba mucho tiempo juntos, por lo que decidieron no desperdiciarlo hablando de aquello.

Mientras buscaban los Horrocruxes, Dumbledore juntó a un grupo de Inefables para que buscaran una manera de mandar a los hermanos Potter y a Draco a su época otra vez. Parecía que ya la habían encontrado, por lo que debían comenzar a despedirse.

Lo de Rabastan y Phoebe nunca había sido una relación propiamente dicha, pero eso no quitaba que se apreciaban. Después de todo, durante ese tiempo solo se habían tenido el uno al otro. Se sentaron en un sillón de la Sala de Menesteres sin necesidad de hablar y Phoebe se acurrucó sobre el cuerpo del contrario.

—Te voy a recordar —murmuró el chico.

—No lo harás. Y es mejor así. Vas a encontrar a alguien y probablemente formarás una familia.

Rabastan suspiró, inconforme.

—¿Y si no nos conocemos en el futuro?

—Después de todo lo que vivimos, probablemente sea lo mejor —contestó divertida.

Rabastan guardó silencio durante unos segundos, hasta que bajó la mirada hacia la chica con una sonrisa de lado.

—¿Sexo de despedida?

—Eres desagradable —replicó Phoebe, pero igualmente lo besó.

(...)

Las flores que decoraban el patio de la escuela le quitaban el ambiente turbio y triste del último tiempo. La noticia de que Voldemort y sus mortífagos habían sido vencidos se corrió como agua en el Mundo Mágico, por lo que la gente salía más de sus casas y era mucho más feliz.

Los niños de primero y segundo corrían y jugaban alegres en el patio, mientras los chicos de tercero para arriba se juntaban en pequeños grupos para estudiar o solo pasar el tiempo.

Ninguno de ellos tenía la mínima idea de que Voldemort había sido destruido gracias a la información que Phoebe le facilitó a su director. Aún así la muchacha se sentía inmensamente inservible, como si solo sirviera para ser secuestrada y manejada como una marioneta.

Sixteen [Regulus Black]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora