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Thadeas observó la postura tensa que Carli tenía y se sintió incomodo. Desde el encuentro con Mariel Castell por la mañana que ella no le dirigía más palabra que lo estrictamente profesional. Durante un buen par de horas, los mismos que Eric pululó por allí, a Thadeas pareció no importarle el mutismo de la muchacha, pero llegado cierto momento, comenzó a sentirse inquito. 

Carli lo observaba con el ceño fruncido y milimetrando cada uno de sus movimientos. Esta vez si que sentía que era una verdadera lastima no poder sentir y tampoco influir en su estado de animo. Ella era inmune a todas sus tretas.  

  —¿No saldrás a comer? —cuestionó educadamente al pasar por su lado. Ella no le prestó más que unos segundo de atención. 

—No.

Ella continuó tecleando en la computadora. Thadeas estaba seguro de que no le había dado tanto trabajo y que Carli solo lo hacía para no hablar con él. 

¡Bingo, genio! ¿Qué  otra cosa podría ser?

—¿Te sucede algo? —preguntó con tono distante. No quería confundir las cosas con su secretaria y darle más importancia al asunto con Mariel Castell, lo ponía exactamente en esa posición. Una en donde estaba de más consciente de que ambas mujeres estaban interesadas en él. —Sé que tuviste un enfrentamiento con Mariel Castell y...

Carli levantó la mirada de la pantalla con una lentitud que le pareció escalofriante.  ¿Desde cuando ella podía tener esa terrorífica expresión de poker en su rostro? 

—Usted no me tutea, señor Corfú. ¿Debo tomar este cambio como una advertencia? —la boca de Thadeas se abrió con sorpresa. ¿Quién era esta mujer y que habían hecho con la tímida Carlotta que él conocía? —La señora Castell me advirtió de las consecuencias de no llevarme bien con ella. Entonces, ¿este cambio en su trato tiene algo que ver con ello? ¿piensa despedirme?

—¿Qué? 

A Carli le tiritaban las manos e intentó hacer caso al consejo que Eric le dio antes de marcharse. Y aunque una vocecilla, dentro de su cabeza, le continuaba repitiendo que no provocara a Thadeas, que fingiera que todo estaba bien y que dejara que las cosas tomaran su rumbo natural... allí estaba ella provocando a la bestia. 

"Thadeas está acostumbrado a una vida llena de paz. Se acostumbró a ser un personaje pasivo en su propia vida —había dicho Eric. —Y eso, es lamentable. Sería bueno sacarlo de su zona de confort... para que recuerde que está vivo."

Escuchó que su jefe le hablaba, pero fingió no prestarle mucha atención. Se había propuesto llamar la atención de ese hombre sin importar el costo. 

Y eso incluía su dignidad.

—No tiene porqué enfadarse conmigo —contestó aireada y con una especie de mohín. —Yo no tuve la culpa de nada. La señora Mariel se me acercó con acusaciones infundadas. Ella me dijo que no estaba a su altura —mintió a medias, —y un montón de estupideces más. Las cosas que le contesté tampoco fueron del todo ciertas —habló rápido y de corrido, casi sin modular o detenerse a tomar aire. —Si bien es cierto que me atrae, ya que es muy guapo, no quiero acostarme con usted por su dinero. Quiero acostarme con usted porque me gusta. 

Listo. Allí estaba todo, Carli lo había lanzado como quien habla de la agenda de la semana; muy fresca y campante.  

—¿Qué? —repitió un Thadeas atónito. Desequilibrado. 

¿Cuánto tiempo hacia que no se sentía de esta manera? ¿Tan fuera de su elemento? 

Miró a Carli que hacía muecas con su nariz y labios, y se encontró sonriendo por ello. Era obvio que la joven mantenía una disputa mental con ella misma y que él había sido dejado a un lado, a pesar de ser el objeto de la discusión.

—La señora Mariel no me dijo nada de eso. 

—Ah. 

Carli se negó a mirarlo y prefirió prestarle atención a cualquier otra cosa. ¡Hey! la papelera llena de envoltorios de caramelos se veía bastante entretenida. 

—¿Quieres acostarte conmigo? —escuchó que su jefe preguntaba y la sangre se le estancó en los pies. De pronto el aire que quería ingresar a su cuerpo se volvió espeso. —¿Es eso lo que dijiste? ¿Peleaste con Mariel Castell por mi? 

Ella asintió sin mirarlo aún y Thadeas llamó su atención. 

—Es poco ético de tu parte aspirar a acostarte con tu jefe —habló pausado y con un tono uniforme. Super profesional para ser alguien a quien acababan de decirle que dos mujeres se peleaban como gatas callejeras por su atención. —Quiero que te grabes algo en la cabeza, Carlotta. Ni Mariel Castell o tu, me interesan de esa manera —Carli sintió como su corazón se rompía justo en medio de sus costillas. —No me parece correcto que nuestra relación laboral se vea arruinada por un capricho sin fundamentos. La señora Castell es una mujer felizmente casada y tú... una humana que jamás llamará mi atención de esa manera. Lamento decepcionarte, sin embargo, es mejor que tengas en claro los términos de nuestra relación desde el inicio.  

Si se hacía un poco más de silencio, podría oírse como los pedazos del corazón de Carli se cristalizaban y rompían aún en trozos más pequeños. 

Ella se limpió una tonta lagrima que se deslizó por su mejilla. 

—Por favor, no llores —pidió el señor Corfú y ella asintió. ¿Qué otra cosa le quedaba por hacer? ¿Rogarle que le diera un pequeño lugar en su cama? Si ya era patética, no podía imaginarse lo que sucedería si se echaba a llorar allí mismo. —No me pareció necesario aclarar este asunto contigo antes, cuando entraste a trabajar como mi secretaría, ya que creí que no existía interés de tu parte. Veo que ha sido mi error y pido disculpas por ello.

Los ojos de Carli relampaguearon. Toda la tristeza convertida ahora en rabia. ¿Ese hombre se disculpaba por no poder corresponder a sus sentimientos? 

—Deténgase —pidió con un hilo de voz. —Deje de hacerlo más vergonzoso para ambos. ¿Cree que necesito sus disculpas? Pues no. Siento como si me estuviese humillando más de lo que ya lo estoy. 

Thadeas se quedó de piedra. No era eso lo que tenía planeado cuando empezó con toda esa cháchara de la ética y  las relaciones profesionales.

Carli se levantó del asiento donde se encontraba y lo enfrentó. Ella inspiró profundamente y se acercó a él, mirando fijamente sus ojos. 

—Le dije que quería acostarme con usted, no que planeaba casarme o atarlo a mi "naturaleza humana" —su voz era firme, pero suave. —No tiene que pedirme disculpas por no corresponderme. Lo entiendo, no soy atractiva sexualmente para usted o para algún otro hombre, no es necesario que me lo repita. Solamente...

—Yo no dije que no fueras atractiva —se defendió el moreno que no podía quitar sus ojos del exuberante escote que Carlotta tenía. ¿Cómo era posible que pasara desapercibido para su persona? 

Carli pestañeó despacio y siguió la dirección de su mirada. Un jadeo quedó a medio camino cuando escucharon la voz de alguien tras ellos que llamaba su atención. 

Thadeas maldijo, ¿Qué demonios sucedía con su familia? ¿Hoy era el día de visitemos a Thadeas?  

ThadeasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora