11.

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Carli disfrutaba del tibio calor que se filtraba junto a su cuerpo. A la lejanía oía su ruidoso teléfono que le gritaba para que atendiera una llamada, pero prefirió ignorarlo. Se giró y volvió a apretarse contra la fuente cálida que la hacía sentir tan bien. 

¿Quién diría que el jefe fuese perfecto como almohada y peluche...?

Momento. Su cerebro conectó las únicas neuronas que estaban despiertas a esa hora y le hizo el grandísimo favor de espabilarla. Abrió los ojos e inhaló con fuerza, sí, no era un sueño. Thadeas Corfú dormía plácidamente a su lado, semidesnudo y parecía inmune al movimiento que ella hacía al alejarse de su lado como si su cuerpo quemase.

El timbre de su apartamento le sacó un gritó que debería haber despertado al moreno, pero que no lo hizo. ¿Qué diablos había pasado?

Ella se acercó al viejo portero eléctrico que tenía y tomó el teléfono adosado a la pared que comunicaba con el exterior.

—¿Hola? —preguntó temerosa. —¿Quién es?

Un jadeo del otro lado le provocó un escalofrío.

—Carli, soy Leo. Quedamos en que pasaría a buscarte hoy... para ir a trabajar, ¿lo recuerdas?

Mierda, había olvidado que quedó con Leo para llegar al edificio del Consejo juntos. 

—¿Eh? —se golpeó la frente. —Es decir, sí, lo recuerdo. Hoy estoy algo indispuesta y no iré a trabajar... —miró a Thadeas, —al menos a primera hora.

—Ohh... —Leo se oyó decepcionado del otro lado. —¿Necesitas que te traiga algo? ¿Quieres que le avise al jefe que estas enferma?

Ja, Carli quiso reír. ¿Qué podría decirle él al hombre inconsciente sobre su cama? 

—¡No! Yo hablaré con el señor Corfú. Gracias Leo —intentó despacharlo rápidamente, pero el felino parecía no querer rendirse. Carli no lo consideró odioso, sino más bien, considerado. Pobrecito, él siempre había sido rechazado por su entorno y ahora que conocía a la única persona que parecía aceptarlo, esta le daba de calabazas... en el buen sentido de la palabra. —Te veo después. 

Leo escuchó perfectamente cuando ella colgaba el teléfono y miró el edificio. ¿Estaría realmente bien, o ella era una persona como él, que prefería no molestar a los demás con sus malestares?

Él miró a su alrededor, notando que a esa hora de la mañana no transitaba casi nadie, y decidió escalar hasta su departamento a través de la escalera para incendios que el viejo edificio tenía. No le tomó mas que dos o tres saltos llegar hasta la ventana del piso de Carli y cuando pispeó hacia el interior su mandíbula se desplomo. 

¿Qué hacías Thadeas  Corfú desnudo en medio de su sala? 

Leo levantó su mirada hacia Carli que todavía estaba al lado del portero. Ella suspiró profundamente y se acercó al hombre dormido. El joven felino pudo distinguir perfectamente las facciones de una mujer enamorada, ella acarició la barbilla de su jefe y habló dulcemente. Su interior se removió un poco y dándose la vuelta, se marchó. Ojalá algún día él encontrase alguien que lo mirase como Carli miraba al señor Corfú. 

***

Carli estaba a un suspiro de enloquecer, sus manos le temblaban y comenzaba a costarle respirar. ¿Qué diablos le había hecho a ese pobre hombre?

El teléfono de Thadeas comenzó a sonar y ella miró dubitativa entre si atender la llamada o no. El señor Eric era quien se mostraba en la fotografía de contacto. 

El sonido se detuvo. 

Carli exhaló y miró a la pantalla. Un texto apareció en pantalla y sintió como la sangre desaparecía de su torrente sanguíneo.

ThadeasWhere stories live. Discover now