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Thadeas exhaló con fuerza al ver a la mujer que le había arrojado una roca. ¿Qué demonios sucedía con ella? 

Se giró para mirar la discusión de Mariel con su esposo, que él mismo había provocado y enfureció al ver que la pareja ya no estaba en el balcón. Miró de regreso a la mujer que le arrojase la piedra pero ella tampoco estaba.

—¡Mierda!

El tonto aparato sobre su escritorio pitó con un recordatorio que le indicaba la próxima reunión. Era su nueva secretaria y sintió alivio al saber que podría desligarse de un montón de tareas ahora. 

Esa nueva libertad podría considerarse un arma de doble filo, ya que al disponer de más tiempo libre, le daba la oportunidad perfecta de acerca a Mariel Castell... su ex esposa. 

Tomó el teléfono interno y avisó a seguridad que dentro de poco su nueva secretaria llegaría, y que no había problema con que ingresara directamente hasta su oficina. Se sorprendió al oír que la joven se encontraba allí desde hacia una hora más o menos. 

Thadeas emergió de su oficina y allí estaba la condenada. Sentada mirando los alrededores como si escasos minutos atrás no le hubiese lanzado una roca directa al cráneo.

—¿Carlotta? —preguntó con voz firme y profesional. La muchacha dio un respingo y se giró a mirarlo. La cantidad de emociones que fluyeron desde ella le aturdieron; gratitud, alegría y reconocimiento. Él frunció el ceño. —Puedes pasar.

Ella se levantó de su asiento y se acercó a Thadeas con cautela. Sus emociones cerradas para que no pudiese permitirle percibirlas. Eso era algo difícil de hacer, pero no imposible. Carlotta era la primera humana que Thadeas conocía con esa capacidad.

Carli se quedó estática al entrar a la oficina. No había nadie más que ella y el hombre que cerraba la puerta a sus espaldas.

Su corazón bombeó acelerado y no logró morderse la lengua a tiempo.

—¿Tu eres Thadeas Corfú? ¿El "gran" Thadeas Corfú"?—se giró a mirarlo ya que él estaba a sus espaldas. Sí, ahora estaba segura de que era él; el príncipe que la rescató de los chuchos rabiosos que pensaban violarla y despanzurrarla como un conejo salvaje. —Disculpa que te moleste, jefe —hizo hincapié en esa ultima palabra.— Pero, ¿Serias tan amable de mostrarme una identificación? 

—¿Qué? ¿Disculpa?

Carli no podía explicarle al que se suponia era su jefe, que ella se había esperado trabajar para un hombre mucho mayor. Mimi siempre le hablaba del "gran señor Thadeas", no de un crio que podía ser tranquilamente su nieto. Este hombre parecía el heredero de algún empresario, no un gran señor con muchos años de experiencia. 

"Nunca juzgues antes de conocer" rememoró en sus pensamientos.

Thadeas caminó hasta su escritorio y tomó asiento. La mujer frente a él hizo lo mismo, solo que de una manera más grotesca y sin rastro de feminidad. Él volvió a fruncir el ceño, no parecía alguien que se hubiese formado en las altas esferas de la sociedad como lo había indicado su hoja de vida.

Ella se le hacía familiar, pero no recordaba de donde. 

—Soy Thadeas. Mimi me habló sobre ti y leí tu hoja de vida —ella hizo un gesto tierno con su nariz y él quiso pellizcarla. Acomodó sus manos entrelazándolas sobre el escritorio para suprimir el deseo de hacer eso mismo. —He quedado impresionado con tus habilidades y he decidido contratarte. Puedes empezar hoy mismo, ya te ingresé al sistema. ¿Alguna duda?

Ella exhaló ruidosamente.

—¿Qué hacías espiando a la pareja en el balcón? —preguntó con tanta naturalidad que Thadeas estuvo a punto de responderle. —¿Estabas chismeando como yo, o te interesa la pareja? 

ThadeasWhere stories live. Discover now