9.

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—Soy Leo —contestó el simpático hombre felino que ahora, que no tenía plumas en su boca, se veía relativamente normal. —Soy una especie de hibrido que salió mal. Una mezcla de cambiaformas y humano. 

Carli asintió fingiendo comprender de qué le hablaba. A decir verdad, no tenía mucho conocimiento o experiencia con otros seres que no fuesen vampiros u hombres lobos, y ellos no lucían para nada como Leo. Tampoco entendía muy bien la diferencia entre cambiaformas y licántropos, ¿no se suponía que eran exactamente lo mismo¡?

Ella procedió a chupar la pajilla que su jugo traía sin detenerse a pensar demasiado en la cantidad de cosas que le faltaban por conocer del mundo sobrenatural al que ahora pertenecía. 

—¿Qué haces aquí arriba? —le preguntó al momento de verlo tomar asiento cerca de ella. 

—Como palomas —contestó él con simpleza y encogió sus hombros viéndose adorable. Era como un gatito tranquilo que, al encontrarse satisfecho, no producía temor. —¿Y tú? Eres humana, deberías estar con los demás... socializando.

Carli bufó. Sí, buena suerte con eso. La mayoría de los empleados humanos de este lugar estaban demasiado pendientes de agradarles a los seres más poderosos, que en fraternizar entre ellos. Parecía una especie de competencia enfermiza para ver quien se ganaba el favor de los jefes. 

Bueno, ¿pues que ella no estaba haciendo lo mismo?

Su consciencia la tranquilizó diciendole que al menos sus intenciones era más puras. Ella quería... ¿qué quería en realidad? Se detuno un par de milisegundos para cuestionarse; ¿quería ella acostarse con Thadeas, ser su querida o hacerlo feliz? 

La respuesta fue simple.

—Trabajo para el señor Thadeas Corfú, soy su secretaria. ¿Lo conoces? 

Leo asintió.

—Es un tipo simpático y bien cachas*—contó. —Él y sus hermanos siempre me saludan. No son como el resto. 

—¿A qué te refieres? —Carli se giró y dedicó toda su atención a sus palabras.

—Ellos no actúan como si yo fuese invisible. 

Oh, ella sabía demasiado bien como se sentía eso. Que las personas actuasen como si no existieras y solo estuvieses allí, estorbando y consumiendo el mismo oxigeno que ellos. 

—Sí, son agradables —concordó, pero ya no con tanta seguridad. El señor Thanos no había sido Mister simpatía después de todo. —¿Cómo los conoces? 

Leo la miraba embelesado, sintiendo como su corazón comenzaba a latir después de un largo letargo al que lo había sometido. Nunca nadie se pudo interesar netamente en alguien como él, sólo intentaron sacarle provecho como un fenomeno de feria. Entonces, ¿para que gastar energías ilusionándose? 

La simpática morena, secretaria del señor Corfú, parecía ser la excepción a esa regla. Pobrecita, tan triste y asustada que la había visto por primera vez. 

—Ellos me dieron asilo cuando mi manada me repudió —confesó sintiendo simpatía y confianza con la joven. —Conozco al hijo del señor Thadeas, Sebastian.

Carli por poco y se atraganta con el sorbo de jugo que bebía. 

—¿Tiene un hijo? ¿Con quién? 

Leo la miró pestañeando pausadamente. ¿Qué clase de secretaría era si no conocía al hijo y los nietos del señor Corfú? La familia no era sinónimo de discreción, valga la redundancia. Cada vez que los hijos de Sebastian asistían al edificio del Consejo, visitaban la sala del conserje, donde él se encontraba, para hacer un campeonato de siseos. 

ThadeasWhere stories live. Discover now