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Thadeas caminó junto a Carli de manera pausada y disfrutando del fresco aire húmedo de la noche. Siguiendo las normas de Thöme, para mantener a salvo la integridad mental de Galatea, nadie utilizaba relojes y era difícil para él ubicarse en cuanto al horario del día. 

—Es una noche hermosa —mencionó Carli que conversaba de manera parlanchina y disfrutando la poca nitidez que sus ojos humanos le daban respecto al paisaje. —Me gusta este lugar. ¿Existe aún en nuestra época?

Thadeas tragó con fuerza.

—Sí, existe. 

Carli se acercó a mirarlo y sus grandes ojos castaños lo enfocaron. Ella incluso se atrevió a detener su caminata y posicionarse a escasos centímetros de su rostro.

—¿Por qué se empeña en ocultar su tristeza, señor Thadeas? Esta bien sentirse mal y lamentarse por un futuro que no será —ella acarició su brazo reconfortándolo. —Yo lo admiro por estar haciendo esto, pero también entiendo que quiere pasar tiempo con su padre... aunque eso lo lastime profundamente. 

Él bufó y sus ojos huyeron de ese enfrentamiento. 

—Dime, ¿Qué es lo que te gusta de mi, Carlotta? —volvió a enfocarla, esta vez mirando al centro de sus ojos. —¿Por qué soy tan atractivo para ti?

Ella enarcó su ceja y lo miró con el ceño fruncido.

—¿Quiere que alimente su ego con mi fascinación por su persona? —ella lo miró de arriba abajo y cuando hubo terminado su exploración, tuvo el descaro de morder sus labios de manera sugestiva. —Puedo hacer eso. Me gusta su altura y el porte que tiene al hablar, me fascinan sus brazos amplios al igual que su espalda. Ni hablar de su cintura estrecha y esos muslos... ¡Cristo! como que comenzó a hacer calor aquí, ¿no?

Thadeas rio, sin sorprenderse demasiado de su apreciación. Al fin y al cabo, era Carlotta de quien se trataba.

—Me gusta su personalidad cálida y reconfortante —continuó ella tomando su mano. Parecía que Carli no desperdiciaba ninguna oportunidad de tocarlo. —Me gusta que, a pesar de estar roto por dentro, sonríe netamente ante la alegría de los otros, sus hermanos y su hijo por ejemplo. Usted es una persona de pocas palabras, pero mucha acción —ella movió sus cejas sugestivamente. —¿Cuántos hombres son capaces de presumir el haber criado a un caballero como Sebastian? Desde que lo conozco y a pesar del rango que tiene en su trabajo, nunca lo vi enojarse o hacer menos los problemas de los demás. Es bastante empático y eso me gusta —Thadeas boqueó mientras procesaba sus palabras. —Lo único que no me gusta es que se guarde la tristeza para usted mismo. Esa manía egoísta que tiene de guardarse las cosas que le hacen daño. 

—La cobardía no es una característica para presumir.

—¿Según quién? —rebatió ella. —Quien huye de una guerra sirve para otra batalla, ¿no? No existe nada de malo en tener miedo, señor Thadeas. ¿Sabe? No todos tenemos un super y apabullante carácter, y eso no nos hace menos que nadie. ¿Estamos de acuerdo en que los dos pensamos en su hermano? —Carli arrugó su nariz. —No le diga que yo lo dije, pero él da miedo, y muy en mi interior presiento que un montón de veces estuvo a punto de cagar sus elegantes pantalones. 

Thadeas respiró profundamente. Las palabras de Carli, ásperas y toscas, eran como un suave bálsamo para sus heridas internas. Ella no lo sabía en este momento, pero se convertiría en la primea y única mujer en tener su corazón. Todo él. Completo.

—¡Mierda! —dijo ella de pronto al ver su expresión. —Me pasé de la raya, ¿verdad? ¡Es qué me da un coraje cuando lo veo todo tristón y con sus hermosos ojitos llenos de culpa! Usted es tan o más genial que sus hermanos....

ThadeasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora