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Carli se despertó sintiendo que le habían arrancado la piel del cuero cabelludo. ¿Podía considerarse como piel o el cabello? Mmmh, la analogía correcta sería que ella despertó sintiendo que le habían arrancado el cabello. 

Soltó una risita. Seguramente se había desmayado del susto al ver como una terrorífica mujer atacaba a Thadeas y él no pensaba defenderse. Tendría que darle una lección a su hombre. No podía ser siempre tan bondadoso y considerado con los demás. Carli sabía que llevaba meses aprendiendo con Thöme como tratar a ese tipo de vampiros. Unos que habían sido despojados de su propia voluntad y que solo ansiaban sangre. La sangre de sus congéneres. Era lamentable saber que el mundo sobrenatural tampoco escapaba a la avaricia y deseos egoístas de unos pocos. En una ocasión Carli había charlado con Callidora, y ella le había confirmado que mujeres y adolescentes jóvenes estaban bajo la maldad de un hombre que solo buscaba crear caos mientras profesaba lo importante de tener una raza única y limpia caminando sobre la tierra. Bueno, que todos los lideres de movimientos extremistas hacían eso. Era extraño, pero nunca se sintió incomoda o alterada con esa situación. Ella lo veía como algo normal y estaba comenzando a sospechar que en realidad esa era una parte esencial de su naturaleza.

Callidora, hermana de Sutter... y una versión antigua de ella misma, pensó con cariño. Seguramente ella le había salvado el pellejo en esta ocasión. 

Carli misma se aferró a la vida cuando sintió que sus ojos no podrían permanecer abiertos por mucho más tiempo. Ella no podía dejar solo a Thadeas. Los dos estaban juntos en esto. Para bien o para mal. Además, ya más nunca dejaría que él sufriese a causa de los demás y, siendo sincera consigo misma, su tonta intromisión no había sido más que una distracción para él. 

—¿Estas despierta? —como si se tratase del canto de un ángel, él le habló. —Oh, gracias al cielo. ¡Estas a salvo!

Ella quería decirle que su dignidad, y parte de su trasero, estaban magullados al haber rodado por la tierra con su cuerpo desnudo y como si no fuese más que un costal de papas. Pero en este momento nada de eso era primordial. Thadeas la abrazaba como si ella fuese un tesoro valioso.

Y ella quería serlo. Anhelaba ser importante para él tanto como anhelaba su siguiente suspiro. 

—¿Qué sucede? —preguntó Carli con voz temblorosa y su corazón se rompió en medio de su pecho cuando sintió la humedad en uno de sus brazos. ¿Ese feroz hombre lloraba... por ella? —Estoy bien —se separó de su apretado agarre y acaricio su barbilla. —Ya no te preocupes por mi, señor Thadeas. Abrí mis ojos y me tienes... contigo.

Él la besó con ferocidad y a ella le pareció justo fingir un poco más de convalecencia. Las atenciones de ese hombre siempre serian bienvenidas a su cuerpo. 

—Estaba tan asustado —le contó. —Lo siento, no quise lastimarte de esa manera.

Carli bufó, fingiendo restarle importancia al latido en su cabeza.

—No fue nada. Solo yo y mi gordo trasero que no pudimos equilibrarnos de tu empujón —lo acarició nuevamente porque adoraba hacerlo. —Deja de preocuparte por mi. Soy humana, no de cristal. 

Él no se rio de su intento de broma y Carli decidió dejarlo por la paz. 

—¿Cómo están los demás?

—Muertos.

—¡¿Qué!?

Thadeas sonrió y ella tuvo que darle un golpe en el brazo.

—Están en la otra habitación, Callidora controla a los bebés de... —casi se le escapan las palabras "mi madre" —Galatea. Ella estaba bastante alterada también.

ThadeasDove le storie prendono vita. Scoprilo ora