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Thadeas suspiró profundamente al ver a uno de sus hermanos encima de su nueva secretaria. Eric era una persona que no reconocía el significado de las palabras "espacio personal" y eso estaba bien con él; más no con la muchacha que recién comenzaba su vida laboral en el Consejo Sobrenatural. Lo que menos deseaba Thadeas eran malos entendidos con la joven que tanto llamaba su atención.

—Eric, por favor, apártate de la señorita. 

—¿Has visto lo que ella puede hacer? —preguntó su hermano como si de un niño descubriendo un nuevo juguete se tratase. —Es asombroso. No tenía idea de que los humanos podían hacer eso —se giró hacia Carlotta; —¿Eres una bruja o descendiente de una?

Carlotta negó y sus ojos reflejaron algo parecido al temor. A Thadeas le hubiese gustado el poder leer sus emociones... y por qué no, manipularlas. 

A él se le hacía algo extraño toda la pasividad en ella, a diferencia de Mimi que en cuanto descubrió de qué se trataba el trabajo en esas oficinas, sufrió un ataque de pánico y Thadeas tuvo que convencerla de que nadie se la comería... al menos no en el sentido que ella esperaba. 

—La única familia que conocí fue a  mi abuela —escuchó que ella decía. —Ella jamás mencionó nada relacionado a la magia. 

—¿Y tu madre? —aguijoneó Eric y la expresión de Carlotta se volvió tan triste que Thadeas tuvo ganas de protegerla contra las preguntas sin censura que su hermano hacía. Eric pareció leerlo en ese momento ya que al instante se retractó en su pregunta. —Olvídalo. Seguramente tienes un motivo para no nombrarla apenas abres la boca. Vamos a dejarlo así...

—Murió en el parto —los sorprendió ella. —La abuela dijo que ella era algo enfermiza y que tenerme había sido lo único que mantuvo su corazón latiendo. 

—Eso es triste. 

Eric se apiadó de la pobre chica y le dio un sentido abrazo. Ella correspondió a su muestra de afecto y Thadeas se sorprendió de la facilidad con la que ella aceptaba los cambios en el entorno. ¡Por amor de Dios, hasta hacía un par de horas atrás ella simplemente llegaba a cumplir labores administrativos! 

Thadeas carraspeó sintiendo que una espinilla de desconfianza hacia Carli se instalaba en medio de su cerebro. 

—Puedes cenar con nosotros, Carlotta —ofreció el mayor de los Clark y Thadeas tuvo ganas de romperle el pescuezo. Él ya había planeado acechar a Mariel Castell hasta que ella se quedase dormida. A decir verdad, no era el mejor plan para la noche, pero al menos en esta ocasión no tendría que ser testigo de su perfecta vida junto a su compañero. —Patético —dijo Eric mirándolo fijamente. 

—¿Qué?

Carli se sentía cohibida por la personalidad avasallante del hermano de su príncipe. Miró el rostro de Thadeas y pudo suponer fácilmente que a él no le hacia mucha gracia la invitación de Eric a cenar. Ella ponderó sus opciones, una era la de llegar a su minúsculo piso a escuchar un poco de radio y robar wi- fi de su vecino para distraerse hasta quedar dormida. La otra opción, mucho más atractiva que la anterior, era la de pasar tiempo junto a Thadeas y parte de su familia... y así conocerlo...

—Muchas gracias por la invitación. Será en otra ocasión ya que tengo planes para esta noche —mintió y se consoló con que quizá un par de videos la llevarían a un placentero sueño. 

Se convenció además, de que ella jamás sería una causa por la que Thadeas tuviese que disgustarse o encontrarse incómodo. 

***

Carli quería llorar. Ella sentía que en cualquier momento sus ojos estallarían en llamas por el esfuerzo descomunal que le estaba costando fingir que todo estaba bien.

Se miró en el espejo del baño de mujeres después de lavarse el rostro con agua fría y no pudo evitar encogerse por las rojeces que sus globos oculares tenían. 

¡Es que era tan tonta!

Llevaba dos semanas trabajando para Thadeas Corfú y no tenía quejas laborales al respecto. Es más, hasta podía regocijarse en el hecho de que su jefe no le daba casi trabajo y ella podía flojear a su gusto e incluso, terminar un curso online que realizaba sobre herboristeria. Él se encargaba de gran parte de sus asuntos y solo la solicitaba cuando era algo de extrema urgencia. 

—Eres una malagradecida y ambiciosa —le dijo a su reflejo. 

No podía, y lo más importante, no debía quejarse del trato de ese hombre. Thadeas era todo un profesional en el trabajo. Sus modos para con ella rozaban el limite con la frialdad y eso la deprimía. Él ni siquiera respondía a sus tontas muestras de simpatía; como el hecho de traerle una dona del lugar donde ella compraba su café. ¡Una dona que escapaba de su presupuesto!

Carli había sido positiva y se obligó a mantener un pensamiento alegre con la idea de que quizá su "príncipe salvador" era en realidad una persona distante y que solo le faltaba estar en confianza.... sin embargo, todo cambió en cuanto lo vio interactuar con ella...

La primera lagrima cayó. Carli al fin había descubierto el por qué de su desinterés. Él estaba interesado en alguien más. "Su sirena" así era como la llamaba y la causa por la que pasaba gran parte del día al pendiente de sus movimientos. Thadeas la acechaba desde las sombras y siempre que Mariel aparecía el mundo parecía concentrarse en ella.

Carli la aborrecía.

A sus ojos, Mariel Castell era una arpía. Hermosa sí, pero malvada. El único que parecía no verlo, era Thadeas. Él besaba el piso por el que ella caminaba. A pesar de ello, Mariel disfrutaba de las atenciones del señor Corfú. Ella, una mujer casada, osaba pavonearse frente a los ojos del moreno que solo podía babear ante su deslumbrante belleza y que a ella la evitaba como la peste...

Otra lagrima más... y otra.

La puerta de entrada se abrió y como si la hubiesen invocado, "la sirena" apareció frente a ella. 

ThadeasWhere stories live. Discover now