6.

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Los días junto a Carli trascurrieron con paz para Thadeas. La verdad sea dicha, su vida completa tenia esos tintes pacíficos con inclinaciones a un estado pasivo - comatoso.  Desde que naciera su hijo, Sebastian, la vida de locuras y descontrol del segundo mellizo Corfú, pareció evaporarse. Thadeas Allegheny Corfú aprendió de muy mala manera a que esa vida no era la ideal para alguien como él; alguien débil. 

—Le gustas a tu secretaria.

Thadeas suspiró al oír ese conjunto de palabras. Esas que acabarían con su racha de paz y conformismo. Él estiró su cuello y divisó al dueño de esa cantarina voz  quien hacía tan terrible y verídico enunciado;

Si era honesto consigo mismo, él debía de ser ciego para no haber notado como los ojos de Carlotta se dirigían a su persona cada vez que se encontraba a su lado. Lastimosamente, la muchacha nunca hacía amago siquiera de hacérselo notar. 

Ella era toda una profesional y tampoco que Thadeas lo quisiera... claro está. 

Él decía que a su edad no estaba para enredos amorosos, mucho menos con una humana que le llamaba demasiado la atención ya que se veía imposibilitado de manipularla mentalmente como acostumbraba. 

Eric sonrió bajo el marco de la puerta.

—¿Es que no tienes nada mejor que hacer? —preguntó el segundo de los Corfú con cansancio y ya conociendo la respuesta a esa pregunta. —¿Tus hijos no tienen algo con lo que entretenerte? 

Eric se sentó en el asiento vacío frente a Thadeas e hizo una mueca. 

—A decir verdad han sacado el carácter de su madre, son un par de ángeles mis retoños.

Thadeas fingió no prestar atención a esas palabras. En su lugar, continuó repasando el mismo conjunto de hojas que llevaba revisando desde hacía un par de minutos. Algo no marchaba del todo bien con parte de un nuevo clan mixto que se había asentado en Quebec, Canadá. 

—Eric, ¿qué sabes sobre el clan de Canadá? Esos mismos que pidieron el permiso de unión el año pasado.

Su hermano menor dejó de jugar con el elástico en su muñeca e hizo memoria. 

—Un lobo y un ángel, ¿hablas de ellos? —Thadeas asintió. —Sé que la chica es bastante sobreprotectora, ellos se unieron a otros miembros mixtos de varias manadas. Ya sabes, excluidos sociales.

—¿Tomaron a algún alpha o  líder con ellos? —preguntó Thadeas sintiendo el rumbo de la historia. Era de publico conocimiento que una manada, clan o grupo de seres sobrenaturales sin un líder nato no estaba destinado a ser prospero. 

—Era un vampiro anciano. Un gran maestro milenario devenido a menos. Era amigo de Jaden —contestó Eric con una sonrisilla que luego borró al hacer la siguiente pregunta. —¿Crees que esté muerto?

Thadeas asintió. Lo que más llamaba su atención era que en el informe se daba aviso de que habían humanos rondando las tierras colindantes al asentamiento principal del clan. Humanos que por obvias razones, no formaban parte de ese clan. 

Estaba a punto de contestar cuando un estruendo llamó su atención. 

—¿Qué fue eso? —preguntó a su hermano y este se encogió de hombros diciéndole que había creído ver a Mariel Castell junto a su eficiente secretaria en el baño. Juntas y en una acalorada conversación. —¡¿Qué?!

Thadeas se movió a una velocidad envidiable para cualquier otra criatura con genética sobrenatural, pero no pudo llegar tan lejos al chocar de bruces con un cuerpo menor al suyo. Era Carli y sus ojos estaban enrojecidos. 

—¿Qué sucedió? —preguntó con preocupación y al ver que ella no tenía ningún rasguño se dirigió al baño donde Mariel se miraba con rabia frente a un espejo hecho pedazos. —Mariel... —jadeó, —¿estas bien?

Los hermosos ojos de su sirena lo enfocaron y pestañeó un par de veces. De pronto toda su espalda pareció tensarse y frente a su atónita mirada, ella se recompuso. En cuestión de segundos su expresión era la de una mujer determinada y completa.

—La guerra ha sido declarada —murmuró y pasó por su lado. —Eres un premio bastante atractivo, señor Corfú. 

Thadeas la detuvo antes de que abandonara la habitación de blanca loza.  Él tomó su delicado brazo y rodeó sus grandes dedos sobre su sedosa piel.

—¿De qué estás hablando?

Mariel sonrió con tristeza. Era tan guapo y encantador el condenado,  sin embargo, ella no era la única que había notado eso. Esa tonta humana le había declarado la guerra en relación al corazón del guapísimo griego frente a ella.

—No me subestimes, señor Corfú —ella se alejó de su contacto. —Es un insulto lanzado directamente a mi rostro el que me preguntes por mi bienestar, sin exigirme una respuesta por el estado de la tonta humana.

Thadeas inclinó su cabeza en un gesto que a Mariel se le antojo adorable. 

—No me preocupo por Carlotta, tus dones no pueden hacerle nada a ella —contestó él con simpleza provocando la ira en los preciosos ojos de la vampiresa. 

***

Carli miraba a Eric sonreír y sentía que se le revolvían las tripas del puro coraje. justo frente a sus narices había tenido una demostración de lo que le esperaba en esa estúpida guerra a la que muy animadamente había entrado. La única diferencia era que ella parecía ir con un par de escarbadientes mientras que Mariel Castell tenia toda la artillería pesada.

¡Ah! pero no seas tan negativa, le recomendó su subconsciente. 

La hermosa mujer tenía un factor bastante pesado en su contra; ella era casada y... Carli todavía era tan tonta e inocente como para creer que el estado civil de una persona determinaría sus valores filiatorios. 

Solo de imaginar a Thadeas sucumbiendo a los encantos de una mujer casada y siendo el causante de una infidelidad.... Ahhhh, que le escocía la sangre. ¡Ella y sus estúpidos valores morales!

ThadeasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora