CAPÍTULO XXV

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– ¿Bien Katherine, qué hacías en el poblado?

– Fuí a... A buscar una cosa.

– ¿Qué cosa?– En todo momento me mantuve con la cabeza gacha para que Dominik no pudiera leer mis pensamientos, quizás esa acción levantó sospechas, pero era preferible a que descubriesen nuestro pequeño secreto.

– Una cosa.

– Kath... Por favor, no lo hagas más difícil.– Rogó Khalid.
Intenté ponerme seria, pero se me escapó una pequeña sonrisita al escuchar como me había llamado.

Miré unos instantes hacia Hudson, el cual apartó la mirada de forma triste y apenada en cuanto la mía se cruzó con la suya.

– Era una cosa que... Mis padres me regalaron cuando era pequeña. Un pequeño diario.

– ¿El de Tiana?– Preguntó Mace con sorpresa, pues sabe que el diario no es tan importante para mí como para arriesgarme y salir del castillo.

– No, el de la Bella y la Bestia.

El punto es que no tengo, ni nunca he tenido nada de la Bella y la Bestia.
A si que me limité a rogar que entendiera la referencia y no la cagase hablando de más.

– ¿De la Bella y la Bestia? Pero sí...

Por la expresión que puso y el gesto de impresión plasmado en sus ojos, creo que no tardó en captar la idea.
Ahora solo necesitaba que no le contase nada a Eliel.

– ¿Y te arriesgaste tanto por un librito?

– Katherine le tiene mucho cariño.– Suspiré aliviada al saber que Mace había decidido mantener la boca cerrada.

– Es algo muy preciado para mí.– Ayudé a maquillar la historia con la máxima seguridad posible.

– Bien... Ehm... ¿Y qué pasó con Raven?

Sufrí un fuerte escalofrío al recordarlo, tragué en seco y me decidí por contar toda la verdad.

Al menos en esa parte.

– Yo... Me bajé de Raven y escalé el muro por la parte donde están los portones de entrada y salida, ya que trepar agarrándome a los barrotes ,es más fácil.
Llegué a casa, cogí el diario y volví rápidamente hacia donde había atado al caballo. No entiendo cómo pasó, no me demoré ni diez minutos en regresar.– Suspiré con pesadez y continúe con mi relato.
– Escalé de nuevo, me di cuenta de que Raven no estaba y de que aún quedaba un trozo de correa rota atada al árbol...

– Continua.

– Entonces, algo rodó hasta mí. Era la cabeza de... Raven.
Gracias a la luz de la luna pude distinguir una pata escondida entre los árboles y la maleza, eso fué lo que me hizo reaccionar y ponerme alerta.
Antes de salir al completo y venir hasta mí, el licántropo susurró mi nombre, y obviamente no me quedé a preguntarle cómo lo sabía.
Logré saltar la valla a tiempo, pero por las prisas me corté en la pierna.
Corrí hasta casa, pensando que ya estaba a salvo, aunque no podía estar más equivocada.
Entró por la ventana, yo salí de nuevo aterrada y me adentré en las calles de la ciudad mientras él no dejaba de perseguirme.
Al final encontré un buen escondite, y me quedé ahí hasta por la mañana que... Me encontrasteis.

– ¿Es todo?

– Sí..

– ¿Y dónde está el diario ahora?– Preguntó Erik con curiosidad.

– Creo que lo perdí mientas corría, pero da igual, ya no tiene importancia.

– Vale Kath, lo has hecho muy bien. Te acompaño a tus aposentos.– Mace se levantó, me cogió la mano, y juntas salimos de la habitación sin levantar sospechas.

INVICTUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora