CAPÍTULO LXXIX

26.5K 2.9K 992
                                    

—Kath...,  —Hudson me llamó suavemente desde el marco de la puerta. 

Le miré por encima del hombro sin decir nada, y este se acercó tímidamente. Su nuevo pijama, compuesto por un pantalón ancho de lino y una camiseta de manga corta, se amoldaba perfectamente a su cuerpo, marcando cada músculo. Mis mejillas no tardaron en enrojecerse ante la imagen, así que tuve que disimular y mirar hacia otro lado.

—¿S-sí?  —murmuré avergonzada. Me di una bofetada mental y me mordí fuertemente la lengua, intentando no balbucear de una manera tan evidente.

—¿Estás enfadada conmigo? —preguntó de la nada. Fruncí el ceño y ladeé la cabeza con confusión. Al ver que no tenía ni la menor idea de a qué se refería, intentó explicarse mejor:

—Es que..., te has ido tan de repente que he creído que estás molesta por no haber querido hablar de lo que sucedió antes.

—No, no, no, Hud, no estoy enfadada. Al contrario. —Aclaré. Él asintió con una mueca de poco convencimiento, pero  finalmente acabó con la distancia y se sentó a mi lado. Ni medio segundo después, me incliné para dejar un pequeño beso en su frente y así viera que no había nada de lo que preocuparse— ¿Qué te parece si jugamos a algo?

—¿Jugar? —cuestionó intrigado—, ¿a qué?

—A lo que tú quieras —dije sonriente—. Ya sabes, para rememorar los viejos tiempos. ¿A qué te gustaba jugar cuando eras pequeño?

—Ahm..., —frunció el ceño, aparentemente tratando de hacer memoria— no lo sé.

—¿No lo sabes? —pregunté extrañada—, venga Hud, seguro que recuerdas algo.

—Bueno..., cuando era un niño solíamos jugar a caminar erguidos. Teníamos que ponernos un libro sobre la cabeza, y si lo tirábamos los educadores nos castigaban. También jugábamos a organizar la mesa; teníamos que saber qué tipo de cubertería es la idónea para cada comida y cada situación.

—No, yo me refie...

—Oh, y también a catalogar armas según su clase, estilo y finalidad. —Se rascó la cabeza con una expresión confusa— ¿Los entrenamientos cuentan?

—No Hud..., eso, eso no son juegos —Balbuceé atónita—. Yo me refiero a aquello a lo que jugabas de niño para divertirte con tus hermanos.

—Y es lo que te acabo de decir —respondió con obviedad. No pude evitar morderme el labio y mirarle con lástima.

 ¿De verdad consideraba a eso "jugar"?

—¿Sabes qué? —sacudí la cabeza y forcé una sonrisa— ¿qué te parece si jugamos al escondite?

—¿Al qué? —Abrí ligeramente la boca sin poder creer que no conociera, siquiera la existencia, de un juego tan popular como ese.

—Al..., escondite. O sí lo prefieres al tú la llevas, a la gallinita ciega o a el escondite inglés.

—No sé jugar a eso.

—¿No te suena ninguno? —cuestioné asombrada.

—No... —Fruncí los labios sin saber muy bien qué hacer o qué decir.

—No pasa nada, —hice un gesto con la mano, restándole importancia— yo te lo explicaré. Jugaremos al escondite inglés primero, ¿te parece?

—¿No prefieres dormir? —tomó mi mano con delicadeza y dejó un casto beso en los nudillos de la misma— te noto cansada.

—Por supuesto que no. —Negué con seguridad— No tengo nada de sueño.

—¿Seguro que no prefieres...? —le callé dejando un pequeño beso sobre sus fríos labios.

INVICTUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora