CAPÍTULO LXXXII

24.3K 2.5K 1.3K
                                    

—¡Dalton, espera! —le grité fuertemente, dejándole algo descolocado—. ¡No van a hacernos daño!

—¡Pues claro que lo harán! —Insistió, manteniendo esa expresión de puro terror— ¡van a drenar nuestra sangre hasta que no nos quede ni una gota!

—¡Claro que no! — Continúe tratando de hacerle entrar en razón. Le sacudí casi desesperadamente, cosa con la que pareció calmarse un poco; sus hombros se relajaron, su respiración se reguló, frunció el ceño y se quedó en silencio durante unos cuantos segundos.

—¡¿Es que acaso has perdido el juicio?! —Se quedó perplejo ante mi silencio. Presa del pánico, nos tomó a Lisa y a mí del brazo y tiró de nosotras hasta que consiguió sacarnos de la habitación. Empezó a correr por todo el castillo, mientras ambas intentábamos frenarlo. Aunque nada dio resultado.

Consiguió llegar hasta el jardín trasero, haciendo caso omiso a nuestras súplicas. Estaba tan asustado y absorto en la idea escapar, que no parecía ni oír lo que le intentábamos decir.

Logré frenar su paso cuando ya casi estábamos frente a la verja de hierro que separa el castillo del bosque. Coloqué mis manos a ambos lados de sus mejillas y las apachurré, haciendo que a Lisa se le escapara una pequeña carcajada.

—Por favor, tranquilízate —dije lo más rápido posible, para que no me interrumpiera—. No voy a dejar que nadie te haga daño, ¿vale? Estás seguro aquí, ¿lo entiendes? —Sus ojos adoptaron un brillo cristalino, pero finalmente asintió— No voy a separarme de ti, no pienso dejarte solo.

Cuando ya por fin parecía haberse relajado un poquitito, Khalid, Hudson y los demás aparecieron de la nada, formando un círculo a nuestro alrededor e impidiéndonos el paso.

Dalton miró de un lado a otro buscando alguna escapatoria, pero al ver que no tenía posibilidad, empezó a hiperventilar. En cuanto los McClaine dieron un paso hacia nosotros, no pudo soportarlo más y cayó desmayado.

Khalid se acercó a nosotros con preocupación. Le tomó el pulso, algo que siendo sincera, me hizo bastante gracia, y una vez hubo comprobado que seguía respirando, le alzó en brazos y caminó cargando con él de vuelta al castillo. La seguí a paso rápido; yo también estaba muy preocupada. Una vez llegamos a la sala en la que estábamos descansando hasta hace escasos minutos, le acomodó sobre el sofá. Después, Khalid se marchó resoplando, sin decir ni una palabra.
Me había quedado sola con él, así que me senté a su lado, desabotoné los primeros botones de su camisa y usé unos cojines para mantener sus piernas en alto.

Al menos así es como me habían enseñado a tratar a una persona desmayada.

Entonces empecé a oír un sórdidos pasos acercándose hasta mi posición. Mace abrió la puerta de golpe, con una cara de auténtica sorpresa y una sonrisa traviesa que no me dio buena espina.

—¡Lo sabía! —chilló con furor—. ¡¿Quién te dijo que Dalton sentía algo por ti?! ¡Yo, yo, yo! ¡una servidora! ¡Tuve la razón desde el minuto uno! —Entonces su gesto emocionado pasó a uno de indignación— ¡¿Por qué no me has contado que Dalton  se te declaró borracho en su mansión?!

La miré perpleja.

Entonces vi a Lisa, asomándose tímidamente desde la puerta, con un gesto de culpabilidad.

—Se me ha escapado... —susurró.

—¡Y tú diciéndome todo el rato: "¡Es que no tiene sentido intentarlo, está saliendo con Loren!" ¡Siempre estuve en lo cierto! ¡Si es que era evidente que estaba coladito por ti!

Abrí los ojos como platos.

Mace me miró dudosa y después de unos insufribles instantes, por fin entendiendo qué me pasaba, dio media vuelta y se topó con las confusas y filosas miradas de todos los hermanos McClaine. Ella tragó grueso y a mí se me bajó la presión.

INVICTUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora