CAPÍTULO LXXVII

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—Ve..., ve al baño —murmuré frustrada. Me mordí el labio fuertemente y negué con incredulidad antes de darme media vuelta y abrir la puerta de la habitación.

—¿A dónde vas? —preguntó. Avanzó un paso como queriendo venir hacia mí, pero acabó por no hacerlo—. No te vayas.

—Tengo que hacer una cosa —dije de la forma más neutra posible. Él evitó mirarme y comenzó a jugar con la tela de su camiseta.

—Pero vas a volver, ¿verdad?

—Sí Hud, claro que sí —suspiré tratando de calmarme y no usar un tono tan brusco, pero me era realmente difícil después de tantas emociones acumuladas—, no tardaré, ¿vale? Tú entra en el baño y quítate la camiseta.

—Está bien... Lo siento. —Sonreí levemente, pero no fui capaz de contestarle. En vez de eso salí del cuarto, y corrí por los pasillos hasta llegar a la habitación de Khalid; estaba más que alterada, con los nervios a flor de piel.

Aporreé varias veces la puerta, cada vez con más insistencia, hasta que de una vez por todas esta fue abierta por la vampiresa; llevaba un vestido de satén rosa a modo de pijama, su pelo rubio estaba recogido en un moño muy alto y despeinado, y su cara estaba cubierta por un extraño potingue amarillo.

—¿Qué haces? —me miró con una ceja alzada—, acabas de interrumpir mi sesión de meditación.

—Perdona, —me disculpé— pero es urgente. Hudson tiene unas heridas enormes en la espalda y no sé qué hacer al respecto.

—Ese idiota... —masculló—, llevo semanas diciéndole que se cure las jodidas heridas, pero nunca me hace caso. ¡Nadie nunca hace caso a Khalid! —Su expresión enfadada se tornó a una de preocupación— ¿Están muy mal?

—Sí, —asentí— tienen una costra negra horrible.

—Es la verbena, aún quedan restos de veneno en la zona y la piel reacciona de esa manera. Aunque las cantidades sean mínimas puede hacerle mucho daño.

—¿Qué debo hacer?

—Ten, —entró nuevamente en la habitación. La oí rebuscar entre los cajones durante unos minutos, hasta que finalmente salió con un cuenco blanco cubierto con un paño de tela— dale esto.

—¿Qué es?

—Es una pasta hecha a base de hongos mágicos y hierbas del bosque. Algunas plantas de nuestro reino son capaces de neutralizar la verbena, aunque es un proceso lento, largo y doloroso.

—¿Qué tengo hacer con esto exactamente?

—Lava las heridas y cúbrelas con esto. Recuerda que la mezcla debe llegar a todo el tejido dañado.

—¿Así sin más? —cuestioné poco convencida—. Ven y ayúdame mejor.

—A mí no me hace caso. Y no va a dejar que se lo cure nadie que no seas tú. Ahora quiere estar únicamente contigo, es normal. —Se quedó en silencio por algunos segundos, procesando lo que ella misma acababa de decir— Espera, ¿cómo sabes lo de los arañazos?

—He ido recordando algunas cosas a lo largo del día. Y al final Hudson me lo ha contado todo.

—Uh... ¿estás muy enfadada? Sé que lo que hizo Hudson estuvo mal, pero estaba asustado, tenía miedo de que le odiaras.

—Ya lo sé, no estoy enfadada.

—¿Enserio? —Me miró con extrañeza— ¿Seguro que eres Katherine? —fruncí el ceño sin entender a qué se refería.

—Me enfada más el hecho de que se haya descuidado de este modo.

—Cuando estabas..., muerta, lo único que hacía era estar a tu lado; todo el tiempo. No quería salir de la habitación ni levantarse de la cama. Se pasaba todo el día abrazándote.

INVICTUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora