CAPÍTULO XC

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—¡Esto tiene que ser una broma de mal gusto! —El hombre de extravagantes ropas moradas golpeó la mesa con la palma de la mano, expresando así su evidente desacuerdo. Observó a Hudson de forma retadora; casi despectiva, y sin despegarle ni un momento la mirada, se levantó bruscamente hasta quedar cara a cara con el príncipe. —¡No puede tirar su futuro como rey a la basura, por culpa de una furcia y estúpida humana!

Oh, oh. Parece que alguien quiere viajar al infierno antes de tiempo.

Después de aquellas palabras tan desafortunadas, percibí en Hudson un cambio brusco de actitud: Sus hombros, relajados hasta el momento, se habían tensado tanto que ahora le hacían ver más alto y corpulento de lo que ya es usualmente. Apretó la mandíbula, e instantes después hizo lo mismo con los puños. Incluso me pareció ver formarse alguna que otra vena negra bajo sus ojos.

Hudson no se quedó atrás; avanzó igualmente unos cuentos centímetros, haciendo todavía más llamativa la diferencia de altura entre ambos.
Y mira que aquel sujeto no era precisamente de baja estatura. Yo mido uno setenta y tres, y debía de superarme por unos diez o quince centímetros. ¡Pero es que Hudson le sacaba casi una cabeza y media!

No sé qué clase de súper alimento les daban Mara y Magnus a sus hijos, porque la más baja de los seis mayores es Khalid, y la tía roza el metro ochenta.

—¿Cómo te atreves a menospreciar así a tu princesa? —sonrió sarcásticamente e inclinó la cabeza hacia un lado—. ¿Quién te ha dado permiso, para poder siquiera mencionar a mi alma gemela?

Si algún día el príncipe Hudson me llega a mirar a mí como le estaba mirando a él, juro por Dios que me hago pis encima.

El hombre de vestimenta morada percibiendo el tono furioso y amenazante de su príncipe, bajó la cabeza sumisamente y tragó saliva.
Hudson dio otro paso al frente y, en un movimiento tan rápido que me desconcertó hasta el punto de marearme, le agarró por el cuello y le estampó contra la enorme mesa dorada, en la que debía de haber sentados más de cien vampiros de alto rango. Muchas de estas personas clamaron escandalizadas ante el fuerte ruido que provocó el impacto. El contrario, tratando en vano de liberarse, gimió de dolor y se llevó las manos desesperadamente a dicha zona.

—Ya sabes lo que ocurre cuando me faltas al respeto. —Hudson intensificó la fuerza de su agarre todavía más, y entonces creí escuchar un crujido terrorífico y antinatural, procedente del cuello de ese hombre.

No voy a mentirme diciendo que no me horrorizó aquella imagen. Ver a alguien sacudirse desesperadamente para salvar su vida, con los ojos inyectados en sangre, no es algo agradable.

Por un momento creí que Hudson iba a matarlo, ahí mismo; delante de todos.

Pero por suerte, le soltó justo a tiempo y solo se limitó a pegarle un fuerte puñetazo. Y menudo puñetazo. El tipo cayó al suelo casi inconsciente, escupiendo sangre en el proceso. Entonces aparecieron dos guardias que se lo llevaron  prácticamente a rastras.

Si lo ves desde fuera, da la impresión de que los vampiros comparten una especie de conexión telepática.

—¿Alguien más que quiera hacer alguna aportación? —preguntó Hudson con tono de amenaza. Sus hermanos se mantuvieron firmes, con una expresión neutra. Pero alerta por si alguno de esos malnacidos intentaba sobrepasar los límites, una vez más.

—No, mi príncipe —respondió otro de los presentes, esta vez uno vestido de verde—. Es solo que estamos desconcertados. Podemos aceptar el encarcelamiento de Maximus. Al fin y al cabo, nuestra ley sostiene que un vampiro solo puede atacar a otro de su mismo rango o uno superior, si la integridad de su alma gemela se encuentra en peligro. Sin embargo, necesitamos un nuevo sucesor, y queremos que sea usted.

—Yo no quiero ser el sucesor de mi abuelo —aclaró—. Y aunque así fuera, tendríais que aceptar a mi mujer como vuestra nueva reina.

—¡Una simple mundana no puede gobernar a los vampiros! ¡Y mucho menos tratándose del reino McClaine! ¡Es absurdo! —gritó otro más, uniéndose a la discusión. El ambiente en la sala se hacía cada vez más pesado y tenso. Las miradas de desagrado de los miembros de la asamblea se hacían cada vez más evidentes, y los ojos de Hudson resplandecían en cólera. El lugar echaba chispas, mirases a donde mirases.

—Si una "simple" humana no puede ser vuestra reina, yo nunca querré ser vuestro rey.

Sonreí inconscientemente al escuchar aquella frase.

Qué bonito se debe de sentir tener a alguien que te ame tanto como Hudson ama a Katherine.

Pensar en eso, por alguna razón, me hacía sentir un fuerte dolor en el pecho.

¿Por qué yo no podía tener a alguien así?

Siempre me ha dado algo de envidia la relación que tiene Kath con el príncipe Hudson. O la de Mace con Eliel, la de Dalton y Khalid; aunque esta siga en proceso, la de Nadir y su alma gemela, o la de los reyes Mara y Magnus, por ejemplo.

Yo también quería encontrar a alguien dispuesto a arriesgar su vida por mí. Una persona fiel, leal, cariñosa, graciosa, amable, divertida, espontánea, feliz...

Yo también quiero encontrar a mi otra mitad.

Pero supongo que no todos contamos con la suerte de tener un alma gemela.

—¿Y usted, príncipe Dominik? —murmuró alguien de entre la multitud. El recién nombrado alzó la cabeza confundido. —Usted también podría ser candidato para el cargo de monarca...

—Ni en broma —susurró este, sin dejarle apenas terminar. Se me escapó una pequeña carcajada ante eso, y mi madre, que lo había escuchado, me miró de mala manera y me pegó un pisotón.

—¿Y entonces que pretenden? —el hombre de azul les recriminó enfadado, con el ceño fruncido y poca paciencia— Han encerrado a nuestro monarca, pero ninguno quiere ser su sucesor, —carcajeó sarcásticamente— quizás deberíamos traer a Maximus de vuelta.

—Sabes que eso no sucederá. Además, ¿cuál es el problema? Desde que murieron nuestros padres hemos estado gobernando juntos, y hasta ahora nadie ha tenido quejas sobre eso —dijo Khalid, mas aquel hombre ignoró por completo su intervención.

—Si ninguno se presenta voluntario, nosotros seremos los que escojamos de entre ustedes al nuevo rey. Y si el escogido se niega a aceptar el cargo, liberaremos a Maximus.

Hudson resopló sonoramente y le fulminó con la mirada.

—Tienen tres meses para decidirse. —Sentenció— Ni un minuto más.

—¡Por la Diosa Luna, basta ya de políticas! —gritó otro hombre, para variar, del grupo morado. Esos son los que peor me caen, parece que llevan una violeta metida en el culo—. ¡Esta noche era para celebrar un banquete!

—Tienes razón, Caius. —Me oculté tras una de mis compañeras, al ver una figura femenina, y pelirroja, levantarse de su asiento. Ni siquiera me había percatado de la presencia de esa malnacida— Es hora de comer.

—¡Que empiecen a servir el banquete! —ordenó un chico joven, sentado a su lado. No le conocía de nada, pero su inconfundible cabello pelirrojo me dio una ligera idea de quién podía ser.

El hermano mayor de Cristal, y futuro heredero al trono: Elric Vissouneau.

INVICTUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora