CAPÍTULO CV

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—Me gustaría llevarte a un sitio —dijo Hud, con cierta timidez, entre beso y beso. Me separé ligeramente, hasta quedar a escasos centímetros de sus labios, y le miré con curiosidad.

—¿A dónde? —pregunté, entusiasmada.

—Un lugar al que solía ir cuando era niño. —explicó, mientras se levantaba de la cama— Me quedaba allí durante horas, siempre que quería estar solo. Y, a los pocos años, se convirtió en mi refugio todas y cada una de las veces en las que tuve que esconderme de mi abuelo.

Fruncí el ceño y sonreí falsamente, tratando de ocultar la tristeza que me aborda cada vez que Hudson menciona algo sobre su infancia.

—¿Es una habitación? ¿o un pasadizo secreto?—cuestioné con entusiasmo—. Siempre he escuchado rumores de que este castillo está plagado de ellos. ¿Es eso cierto?

—Técnicamente, no pertenece al castillo y tampoco se trata de ningún cuarto oculto. Pero sí, este lugar está plagado de pasadizos, galerías y habitaciones del pánico.

—¡¿En serio? —chillé emocionada— ¿y dónde están? ¡¿podrías llevarme a verlos algún día?!

—Hay tantos que probablemente desconozca la existencia de la mayoría, pero te mostraré los que conozco siempre que quieras, princesa. Por ejemplo, en este mismo pasillo hay una habitación acorazada tras el cuadro de mi familia.

—¿De verdad? he pasado frente a él miles de veces y jamás me lo hubiera imaginado —murmuré—. Entonces, si no vas a llevarme a ningún sitio dentro del castillo, ¿a dónde vamos?

—Lo descubrirás cuando lleguemos.

—Venga, ya... —resoplé con resignación.

Hudson, con una media sonrisa, me cogió de la mano y me arrastró fuera de la habitación. Bajamos los siete pisos de escaleras charlando alegremente sobre cosas sin importancia y atravesamos el jardín trasero hasta llegar al muro que rodea todo el palacio y su respectivo terreno. Aquel lugar no es visible desde ninguna ventana gracias a los enormes árboles que posee, así que entendí por qué era un buen lugar para evadirse del mundo.

—¿Qué estamos haciendo aquí?

—No seas impaciente. —me regañó con gracia, justo antes de llevarme tras unos grandes matorrales que apartó con la mano, haciendo visible un agujero en el muro lo suficientemente grande como para que pudiera pasar una persona de su tamaño.

Sin previo aviso, se metió por dicho agujero y yo le seguí sin rechistar.

Me costó un poco poder salir de ahí sin rasgar la tela de mi vestido, pues el agujero no resultó ser tan grande como parecía al principio. Gateé hasta atravesar los matorrales que había al otro lado, y por fin, pude ponerme en pie. Me sacudí para eliminar la tierra que se había quedado en mi ropa y alcé la vista al frente:

Lo único que hay tras los muros del castillo es un profundo bosque de árboles y otras plantas enormes. Puede que no me hubiera dado tanto miedo de haber venido durante el día, pero para entonces, que ya había anochecido, lo único que nos iluminaba era la tenue luz de la luna, que de poco servía por culpa de la frondosidad de los árboles.

—No veo nada... —murmuré, un poco alarmada, pues ni siquiera era capaz de distinguir dónde estaba Hudson—. ¿Dónde estás?

—Aquí, princesa —susurró contra mi oído, mientras colocaba sus manos a ambos lados de cintura. Esa acción me transmitió una tranquilidad casi instantánea—. Ven, súbete a mi espalda.

Le hice caso de inmediato, pegando un pequeño salto para poder subirme sobre él. En cuanto se aseguró de que estaba bien sujeta, comenzó a caminar a paso bastante rápido, bajo mi punto de vista. Nos mantuvimos en silencio los diez o quince minutos que estuvo caminando conmigo a cuestas, pero era un silencio cómodo gracias al cual casi me quedo dormida.

INVICTUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora