CAPÍTULO XCVIII

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Cogí aire con lentitud y me estiré perezosa, tras dejar salir un largo bostezo. Pensé en levantarme de inmediato, pero me permití disfrutar un poquito más de la tranquilidad y la comodidad que me proporcionaban aquellas suaves sábanas de seda. Era consciente de que tarde o temprano tendría que armarme de valor y hablar con alguien sobre lo sucedido la noche anterior. Recordaba ciertas cosas, como la imagen de mí misma tirada en la bañera y la conversación que mantuve con Hud justo antes de que él me dejara acostada en la cama, pero entre medias absolutamente nada. Siendo sincera, esperaba poder enterarme de lo sucedido más tarde que pronto; no quería ni pensar en todas las tonterías que pude haber hecho delante de los príncipes soberanos de dos de los reinos más poderosos de todo el mundo.

Me atraía mucho más la idea de seguir viviendo en la ignorancia, no cabe duda.

Desgraciadamente, no pasó demasiado tiempo antes de que la propia intriga me obligara a levantarme. O al menos a intentarlo, dado que cuando traté de incorporarme casi veo las estrellas. Todo por culpa de las fuertes agujetas que tenía por casi todo el cuerpo. Parecía como si un pequeño duende me estuviera clavando agujitas en todos y cada uno de los nervios del cuerpo y encima se estuviese mofando de ello. Ciertamente no era un dolor tan intenso como el que había estado sufriendo los últimos días, ni mucho menos. Era bastante soportable y por eso pude ponerme en pie al segundo intento.

Casi salgo de la habitación tal cual me levanté de la cama, pero justo antes de cruzar el umbral de la puerta me percaté de que no llevaba nada puesto, salvo una amplia camisa blanca que me llegaba más o menos hasta la mitad de los muslos. No tenía muchas ganas de cambiarme y muchísimo menos de tener que pensar en qué ponerme, así que acabé cogiendo el único conjunto blanco de ropa interior que me quedaba en esa habitación. Así podría usar la camisa a modo de vestido sin marcarse nada a través de la tela.

Bajé las escaleras principales despacio y cuidadosamente, ayudándome de la barandilla para no llegar rodando hasta el primer piso. Tenía las malditas agujetas por todas partes. Solo esperaba que no tuviera que lidiar con ellas durante demasiado tiempo.

Cuando llegué al comedor, me encontré con que la única allí presente era Mace. Me acerqué sin dudarlo, y ella, en cuanto reparó en mi presencia, se levantó de su asiento y se lanzó a abrazarme.

—¡Madre mía, Kathy! ¡¿cuándo has despertado?! ¡¿qué tal estás?! —cuestionó preocupada, estrujándome entre sus brazos con una fuerza francamente impresionante.

—¿Qué me ha pasado? —fue lo primero que pregunté. De todas las personas posibles, Mace me parecía una de las idóneas para contármelo todo.

—Bueno, resulta que estuviste sufriendo dolores durante varios días, pero supongo que de eso sí te acuerdas. —asentí con arrepentimiento— Bueno, pues se debían a que estabas sufriendo la transformación de los rebellium.

¿Qué? Nadir me dijo que las probabilidades de que me transformara eran prácticamente nulas...

—No es tan sencillo como parece. Nadir volverá al castillo mañana y podrá solucionar todas tus dudas.

—¿Hice mucho el ridículo...?

—¡Claro que no! Todos sabemos que tu comportamiento se vio condicionando por los dolores y todo el proceso en general. Incluso cuando tuviste ese... "problemilla" con Cristal. —bajé la cabeza e hice un puchero con los labios.

—Estoy bien... —murmuré con las mejillas teñidas por la vergüenza, respondiendo a su primera pregunta.

—Menos mal... —suspiró y disminuyó la fuerza de su agarre, permitiéndome respirar— Todos hemos estado muy preocupados. Sobre todo Hudson, ya sabes lo nervioso que se pone cuando se trata de ti. Por un momento creí que este asunto acabaría con una guerra entre reinos.

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