CAPÍTULO LV

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Hudson:

La rasposa voz de mi abuelo era lo único que se escuchaba en el comedor.
Mis hermanos y yo cenábamos en absoluto silencio, intentando no hacer algo que pudiera enfurecerle más de lo que ya estaba. Sin embargo, oír como se mofaba y burlaba de los rebellium, de Katherine en concreto, a sabiendas de que yo estaba presente, me ponía enfermo.

Habían pasado exactamente seis horas desde la desaparición de Katherine. Veinticinco, desde la última vez que hablamos.
Intenté disimular con todas mis fuerzas. Quise enterrar el dolor que me provocaba su lejanía, la desesperación de no saber dónde o cómo se encontraba, y el arrepentimiento de que las últimas palabras que escuchó de mí fuesen algo tan despectivo como: «déjame en paz, no quiero hablar contigo».

Cómo era de esperar, no lo conseguí. Y tuve que pasarme prácticamente toda la velada mordiéndome la lengua cada pocos minutos, para no perder los estribos. La rabia y la tristeza no son emociones que pueda controlar fácilmente, si ella no está a mi lado.

– Y bueno...–murmuró mi abuelo de forma despectiva–. Los guardias la buscarán esta noche por los alrededores. Si no dan con su paradero antes del amanecer, ampliaremos el radio del búsqueda. Registraremos todo el condado.

– ¿Y si no la encuentran?–preguntó mi hermana en un susurro, sin siquiera mirarle.

– Lo más probable es que haya huido hacia el bosque. Debió despertarse sola, confusa y desorientada. Seguramente pensó que esconderse entre los árboles, era su mejor opción.

– Entonces no andará lejos–. Interrumpió Cristal–. Si hay suerte, en apenas unas horas la traerán de vuelta al castillo y usted podrá sacarle toda la información que desee, alteza.

– Si ha huido por el bosque, no creo que eso sea posible–. Levanté la cabeza, exaltado por el tono de tristeza sarcástica que utilizó.

– ¿Por qué?– Inquirió Jackson, también inquieto.

– ¿Qué por qué?–sonrió–. Si permanece dentro del reino no le pasará nada. De otro modo, si ha salido de nuestras tierras y los licántropos la encuentran... Bueno, la harán trizas.

Se me revolvió el estómago. Solo pensar en esa posibilidad me hacía querer dejarlo todo para salir a buscarla.
Pero no podía.

– Ahora que el caso de la "intrusa" está casi resuelto... Hudson, hijo mío. ¿No crees que es hora de pasar página?– Le miré interrogante.

– ¿A qué te refieres?

– Ya sabes... Conseguirte a otra mujer–. Tras oír eso la furia me invadió completamente. Apreté la mandíbula con fuerza y me mordí la cara interior de la mejilla, para evitar decir alguna ofensa contra su persona. Sé por experiencia que faltarle al respeto no es una buena idea.

– No–. Dije tajante.

– Pero tienes que casarte–. Demandó–. Además–, señaló a Cristal con una sonrisa de oreja a oreja–, ya tienes a la candidata ideal.

– He dicho que no.

– Hudson... no seas inmaduro. La señorita Vinsonneau cumple con todo lo que necesitas. Tiene tu edad, es hermosa, fértil e inmortal. Asimismo, es la segunda en la línea de sucesión al trono de uno de los condados más poderosos del planeta. Por no hablar de que vuestro matrimonio mejorará las relaciones entre nuestro reino y el suyo.

– Hudson... Es lo mejor para ambos–. Exclamó ella irradiando felicidad–. Seremos la pareja más feliz del mundo.

– No Cristal.

INVICTUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora