CAPÍTULO L

32K 3.4K 365
                                    


– Lisa...– la llamé despegando la mirada del cielo nocturno.

– ¿Sí?– murmuró distraída, mientras jugaba con un palo y un par de piedras.

– La tormenta cada vez es más fuerte. No parece que vaya a detenerse pronto.

– Ajá... Eso parece.

– Deberíamos volver ya a la mansión Walker–. Espeté sin miramientos.
Me levanté, me sacudí la tierra del vestido y me dispuse a iniciar la marcha nuevamente.

– ¿Estás loca?– dejó lo que estaba haciendo para prestarme atención–. ¿No ves cómo está lloviendo?

– Precisamente por eso. No podemos quedarnos aquí más tiempo. Quedan unos escasos seis minutos para que de comienzo.

– ¿Para que de comienzo el qué?

– La hora de caza.

– ¿Seis?

– Sí.

– ¿Cómo que seis?– preguntó, ahora alarmada.

– No me he percatado de la hora–. Contesté mientras que me rascaba la nuca, con una mueca de disculpa–. Tenemos que irnos. Los vampiros aprovechan los días de mal tiempo para venir a alimentarse.

– Que alentador...– Susurró con desagrado.

Tras unos segundos de silencio, en los que recé a todos los dioses existentes para salir ilesas de este arriesgado plan, iniciamos una caminata apresurada.

– ¿Y por qué suelen cazar en estos días?

– Realmente no estoy segura. Pero lo más probable, es que sea para burlarse.

– ¿Para burlarse? ¿de qué?

– Bueno... Los humanos no somos seres que suelan rendirse fácilmente. No cuando nuestra vida depende de ello. Siempre intentamos pelear o escapar, aunque sea en vano. Así que, supongo que con estos temporales, es más probable que nos caigamos, nos resbalemos, o nos hagamos daño en la huida.

– ¿Y eso a los vampiros les hace gracia?

– Premio para la señorita.

– Es asqueroso.

– Lo sé...– suspiré con pesadez.
Tenía la intención de seguir hablando, pero de repente, un grito desgarrador resonó haciendo eco por toda la estancia. Ambas nos paramos en seco, incapaces de mover un solo músculo.
Se me heló la sangre y sentí como se me cerraba la garganta. Mis músculos se tensaron con fuerza y mis ojos lagrimearon, empezando a cristalizarse.
Juraría que incluso mi corazón, dejó de latir durante un instante.

– Corre–. Musitó la pelirroja con un hilo de voz. Sin embargo, aunque todo mi cuerpo me pidiese a gritos que le hiciera caso, me quedé estática, sujetando su mano para que ella tampoco pudiera moverse.

– No. Correr será en vano. Ellos son mucho más rápidos que nosotras y lo único que haremos será llamar la atención.

– ¿Y qué propones? ¿quedarnos aquí como estúpidas, para que venga algún vampiro y nos chupe la sangre hasta que parezcamos pasas?– rezongó entre dientes, con la respiración acelerada.

– Lo más efectivo es caminar como lo estábamos haciendo antes. Eso sí, haciendo el menor ruido posible.

– Vamos a morir...

– No digas eso–, intenté tranquilizarla y la obligué a caminar nuevamente–,  no hemos escapado de uno de los demonios de sangre más poderosos de la historia, para acabar asesinadas por un chupasangre de baja categoría.

INVICTUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora