6 - El arte de fingir

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El lobo se vestía con piel de cordero y el rebaño consentía el engaño. ~Mary Shelley.
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Es probable que sea esa la razón por la que al final el sombrero seleccionador decidió mandarlo a Gryfindor, pues mientras sale del despacho cerrando con fuerza la puerta, siente la adrenalina viajando a gran velocidad por su sangre, cubriendo cada centímetro de su cuerpo. No lo piensa al momento de salir de la capa y tomar la mano del rubio, bajan a toda prisa las escaleras hasta llegar a la gárgola que cuida la entrada, el miedo ha quedado renegado en alguna lugar poco visible.

Harry es plenamente consciente de que los intricados planes que ha llevado a cabo están a un solo soplido de derrumbarse. Una mezcla de rabia y valentía crece dentro de él, mientras levanta su varita. No hay salida, la desaparición del fénix fue una alerta, la gárgola se rehúsa a moverse y sabe que ha cometido un grave error.

Y aquí aparece la razón de su parte Slytherin, no es herencia de su padre, tampoco el que pueda hablar parsel. Es la fracción de su ser que permaneció durante varios años en la oscuridad, es la astucia que le ha permitido fingir por tanto tiempo que es el símbolo de la luz, es el engaño en sus inocentes palabras, el chico que no tenía idea que era un mago, es la necesidad de buscar venganza por lo que le fue negado, es la determinación con que cumple sus objetivos y el poder a una palma de su alcance.

—Yo la derribare —Declara una voz firme a un lado, su mirada se conecta con el tormentoso gris que empieza a ser su obsesión. No encuentra signo de vacilación, entonces se da cuenta que no lo puede permitir. Es una certeza que el rubio ya es considerado un mortifago, que deje su huella mágica justamente en el despacho de Dumbledore le confirmaría a todo el colegio que en realidad si lo es.

Bombarda — Grita Harry tomando al rubio por sorpresa, al mismo tiempo que lanza un Protego tardío, se da la vuelta cubriendo con su cuerpo el de Draco, tratando de evitar que los escombros lo golpeen.

—¡Estas loco! —Le dice el rubio claramente enojado por lo que acaba de hacer. Están muy cerca, Harry sigue con su mirada las virutas de polvo que se depositan en la mejilla de Draco, no evita posar su mano sobre ella. No se pierde del estremecimiento que recorre a el chico y tampoco el tono rojo en la piel que toca.

—Llévate la capa, nos vemos en el salón en desuso. —Harry sabe que es cuestión de minutos antes que aparezca el director, viene caminando, él no puede aparecer en Hogwarts a menos que quiera alardear de su poder.

—Pero...

—Nada, vete rápido. —Draco lo mira, reconoce el terror y a la vez la determinación, el corazón de Harry se acelera cuando descubre que el chico que tiene al frente está dispuesto a arriesgarlo todo por él. La parte lógica de su cerebro quiere que crea que es el miedo a Lord Voldemort, la otra confía plenamente en que es solo por su persona—. Hazlo Draco.

—Te descubrirán.

—Aún no lo han hecho —le dedica a Draco una sonrisa de autosuficiencia, espera que eso sea suficiente para calmarlo y lograr que se vaya—. Cuídalo por favor. —Le entrega la caja, Draco asiente.

—Bien, más te vale que no te atrapen —El rubio desaparece bajo la capa invisible con el horrocrux de su padre en la mano, Harry lo sigue hasta que da la vuelta al pasillo.

Ve el mapa que Draco le paso antes de retirarse y agradece a quien lo escuche que el rubio tomara justo el camino contrario por el que viene Dumbledore. No niega que sentir que puede ser atrapado hace crecer una de chispa de emoción. Es Harry Ryddle Potter, hijo de dos magos poderosos, será fácil. La magia brota de él en forma de cortadas de lucha, sudor corriendo por su cuello, lanza el mapa a una esquina y se derrumba en el suelo polvoriento. El escenario perfecto de una víctima.

La Oscuridad del León Where stories live. Discover now