Extra 2 - Tortura y diversión

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Dos años después del final.

—Buenos días, señor Ryddle —saluda un hombre con profunda reverencia mientras Harry cruza el atrio del ministerio de magia, él devuelve el gesto pero no pierde concentración de su destino.

Se encontraba en medio de una reunión importante con Percy, cuando esta se vio interrumpida por la llegada de una carta. Fue en vano que Harry intentará volver a concentrarse, sus manos picaron el instante que leyó las palabras, a duras penas era capaz de contener los cientos de hechizos que tenía ganas de lanzar, necesariamente atendería ese pedido.

Salió de los límites de la magia del ministerio apareciéndose a las afueras de una vieja mansión, cuyo papel en realidad era hacer de cárcel para los prisioneros, prisioneros que probablemente nunca volverían a ver la luz del sol. Los mortifagos que custodiaban la zona palidecieron al verlo, se preparaban para los gritos de terror que se escucharían, nadie se atrevió a interponerse en su camino.

Dentro de la mansión se repitió la historia, solo Bellatrix fue capaz de dirigirse al mago que era actualmente considerado el más peligroso de Reino Unido, el debate de si admirar o temer aún seguía sin resolverse.

—Bella —saludó Harry a la mujer, ella asintió notando la rabia contenida en su voz—. ¿Qué fue lo que sucedió?

—Aún no sabemos cómo el maldito viejo fue capaz de engañar a un mortifago que le entregaba la comida. —La que por cierto era la primera que recibía en la semana y era miércoles—. Estuvo a punto de matarlo, pero corrió con suerte pues el resto de los guardias se percataron de la situación.

—Me encargaré de que no vuelva a molestar.

—Harry, tu...

—No lo mataré Bella —sus palabras sonaron tranquilas, pero había cierto detalle en su rostro que aseguraba que Albus Dumbledore iba a desear estar muerto.

—Está bien —respondió la mujer dejándolo continuar. Bella dio órdenes para que se retiraran, ella por otra parte disfrutaría del espectáculo.

Los pasos de Harry resonaban en el silencio aterrador del lugar, pronto estuvo frente a la celda que mantenía encerrado al prisionero.

—Ya me estaba preguntando cuando aparecerías —habló el hombre recostado en una esquina, su voz bastante clara a pesar de los meses que llevaba allí atrapado.

—Alguien tendría que encargarse de su castigo Dumbledore.

Harry examinó al hombre, nada quedaba del que algún día fue considerado un mago poderoso. Estaba destruido, su ropa sucia al igual que su piel, parecía mucho más viejo, una persona a nada de dar su último aliento.

—Tan predecible como siempre Harry.

—Eso no tiene sentido, realmente nunca me conoció.

—Quizás no antes, pero ahora sí, puedo saber quién eres, en lo que te has convertido, un monstruo al que el Harry de once años le fuese temido.

La rabia corrió en la sangre de Harry, pero no caería en la trampa de Dumbledore, la muerte no sería su boleto de salida, quizás Grindelwald se compadeciera en el futuro, Harry no.

—Puede que tenga razón Dumbledore, así fue como seguramente se sintió su hermana Ariana en los últimos momentos de su vida, antes que muriera por su culpa —Harry se aseguró de remarcar cada sílaba de sus palabras.

—No te atrevas a decir su nombre —ladro Dumbledore, consiguiendo fuerzas para colocarse de pie.

— ¿O que Dumbledore? ¿Qué hará? No me haga reír.

La Oscuridad del León Where stories live. Discover now