Capítulo 26: El tormento

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Tuve algo de alivio cuando vi a Sean, cerca de las máquinas expendedoras de café y refrescos. Fue cómo un impulso, pero cuando me acerqué a él, lo abracé. Sabíamos que había algunas personas ajenas a nosotros, pero no me importaba. Sean me regresó y me abrazó, no duró mucho, aunque me hizo sentir mejor. Él me observó con una mueca.

—Sabes lo del Padre Shepard, ¿verdad? —comentó él

Yo asentí, y bajé la mirada.

— ¿Lizzie?

—Estaba con él cuando...—murmuré y se me fue la voz. Sentí su mano en mi hombro y levanté la mirada. Sean me dio una mirada decaída.

—Lo siento —susurró

Sacudí la cabeza y tomé su mano. La apreté un momento y la dejé ir.

—Gracias —repuse. — ¿Cómo supiste de la noticia? — le pregunté

Sean se mordió el labio y metió sus manos en los bolsillos.

—Papá tuvo un pequeño accidente, reparando algunas cosas en casa y lo traje. Y estábamos, a punto de salir, cuando entraron los paramédicos con el Padre—me explicó. —Se veía muy mal, Liz —susurró.

Había algunas personas, enfermeras y personal del hospital, pero todavía no habían dicho nada sobre el Padre Jack. ¿Por qué tardaban tanto? ¿Qué tan mal estaría? Y tuve un escalofrío extraño en la espalda y se movió hasta mi estómago. ¿Acaso sería lo que almorcé? ¿O me estaba volviendo algo neurótica por todo?

— ¡Dios! —musité y algo se me revolvió en el estómago. Me toqué el abdomen. — ¡Arg! —murmuré

— ¿Estás bien, Liz? — inquirió y yo negué con la cabeza.

Miré a mí alrededor, y no vi a Joel. ¿Dónde se me había metido?, ¿y dónde estaba mi papá? Le pedí a Sean ir otra sala de espera, porque estaba se estaba llenando de gente y fuimos a otra parte a sentarnos. Sean me ayudó y había unos lugares libres, con otra máquina expendedora de golosinas y un televisor, instalado en una esquina de la pared. Me toqué el estomagó y aunque, tal vez estaba sobreactuando por todo lo que había pasado o podía ser que en realidad, me estaba dando algo.

>>> ¡Bueno, al menos estoy en un hospital! <<<<, pensé

Sean fue de nuevo a la otra sala, y regresó con dos latas de refrescos. Hice una mueca, al verlos y Sean debió darse cuenta, porque me puse la lata en la frente, cómo una compresa para heridas.

—Tal vez algo fresco que ayude — comentó

Me encogí de hombros y presioné la lata helada. Gemí aliviada, tal vez, me ayudaría. Le agradecí y Sean empezó a beber su lata, y yo solo suspiré, cerrando los ojos un momento. No dijimos nada un momento, mientras tenía los ojos cerrados.

—Entonces...—empezó Sean, luego de beber su refrescó. — ¿Estabas con el Padre Jack? — inquirió.

Suspiré y abrí los ojos. Sean me miraba.

—Sí —repuse y apreté la lata. — Fui a la iglesia, porque quería hablar con él sobre algo...

Sean hizo una mueca, como si estuviera pensando.

— ¿Déjame adivinar? —sugirió. — ¿Te estabas confesando con el Padre? — comentó algo divertido

Lo golpeé por detrás de la cabeza y él gimió.

—Eso no, tonto —repliqué y suspiré. — Fui a verlo porque necesitaba consejo sobre mi ex...

Sean levantó las cejas.

Renacimiento © ✓Where stories live. Discover now